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José T. Raga

Ese desprecio por la deuda

El endeudado, privado o público, se convierte en un sujeto dependiente que, como tal, ha perdido su libertad.

Las cuentas del segundo trimestre nos han dicho lo que ya habíamos vaticinado: que la economía va bien, con un crecimiento en el trimestre del 0,9%, lo que nos permite, si la cosa no empeora, esperar un crecimiento en el año 2017 del 3,0% o superior, lo cual es motivo de satisfacción, con independencia de las causas que lo hayan determinado.

Es bien cierto que el consumo ha sido el verdadero protagonista del dato, que sería aún más exitoso si lo fuera sólo por consumo privado, es decir, sin influencia del consumo público ni de las transferencias públicas al sector privado, siempre incentivadoras del consumo.

Sin embargo, mis plácemes por el dato favorable se ven ensombrecidos por la marcha ilógica –renunciando a todo dogmatismo, ilógica significa, simplemente, que no entra en mi esquema lógico– de los niveles de deuda pública.

El crecimiento económico y, muy en particular, el crecimiento del consumo acarrean un crecimiento de los ingresos públicos. Es cierto que algunos acabarán demorados en el tiempo, pero precisamente junio es un mes que se inscribe entre los favorables para los ingresos, tanto por el IRPF como por el IVA.

¿Cómo, entonces? ¿Y por qué el crecimiento de la deuda pública a niveles –en términos absolutos– nunca vistos antes? Según nos ha informado el ministro De Guindos, la deuda en el segundo trimestre ha alcanzado la cifra de 1,14 billones de euros, lo que, pese al crecimiento del PIB, vuelve a situarla por encima del 100% del PIB.

¿Soy muy anticuado por pensar que esta es una mala noticia? Seguramente sí, pero lo que me alarma más no es el volumen de deuda, que también, sino que el señor ministro de Economía y Competitividad nos ha ofrecido el dato sin dedicar, contrito, el mínimo comentario a la cuestión.

Para mí, desde mi senectud intelectual, la deuda –y más aún la pública– es una variable muy significativa en la economía de una nación, como lo es en la economía privada de los sujetos económicos. Bien cerca está el año 2008, para que me ahorre más comentarios.

En principio, los riesgos son muy altos, también en el caso en el que, por el estado en que se encuentran los mercados financieros, se consiga colocar la deuda a tipos negativos. Esos tipos son artificiales, y sólo debidos a los estímulos del Banco Central Europeo. ¿Cómo nos financiaremos cuando vuelva a funcionar libremente el mercado financiero?

Pero además, y esto me quita más el sueño, el endeudado, privado o público, se convierte en un sujeto dependiente que, como tal, ha perdido su libertad. Un patrimonio, este sí, que para el hombre –aisladamente y en comunidad– da razón de su propia existencia.

En Libre Mercado

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