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Will Ogilvie: "Los liberales españoles deben ser más pragmáticos y menos utópicos"

"España debe mirar a Australia o Suecia para reformar sus pensiones", apunta.

"España debe mirar a Australia o Suecia para reformar sus pensiones", apunta.
Ogilvie pide una reforma liberal de las pensiones | Libertad Digital

Will Ogilvie Vega de Seoane es profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, centro vinculado al campus madrileño de la Universidad Francisco Marroquín. Ha desarrollado parte de su trabajo en el sector textil, donde trabajó para una de las principales compañías del ramo. Completó un Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Santiago de Compostela, donde previamente obtuvo su licenciatura en Psicología y actualmente está doctorándose en ciencia política bajo la supervisión de Eduardo Nolla. Aprovechando su paso por la Universidad de Verano del Instituto Juan de Mariana, Ogilvie se ha entrevistado con Libre Mercado para hablar de los retos que enfrenta el liberalismo en España.

Pregunta (P): Los tres partidos del centro-derecha español hablan abiertamente de libertad económica. ¿Cómo pueden pasar esas ideas de la teoría a la práctica?

Respuesta (R): El académico escandinavo Nils Karlsson ha investigado en profundidad las transformaciones socioeconómicas que han vivido Australia y Suecia en las últimas décadas. Ambos países han destacado por encima del resto a la hora de liberalizar su economía, de modo que constituyen dos casos dignos de estudio. La puesta en marcha de reformas liberales es tan necesaria como compleja. En España podemos tomar como referencia el ejemplo de Australia y Suecia para entender que las reformas beben de la acumulación progresiva de cambios graduales que avanzan en la dirección que queremos promover. Lo primero, ante todo, es poner en movimiento una inercia que conduzca a una reforma liberal en uno u otro ámbito.

P: ¿Cómo se activa esa inercia?

R: Las ideas son clave en el proceso de reforma pero no se pueden aplicar siempre que se quiera, suelen ser introducidas aprovechando una crisis en el sistema, aprovechando una ventana de oportunidad. Las ideas, los valores y creencias son vitales para acelerar los cambios políticos que derivan en nuevas reformas institucionales. Si la gente entiende que el sistema actual no funciona, estará dispuesta a escuchar otras propuestas, por eso la pedagogía es tan importante. Una vez las ideas tienen reconocimiento, es preciso entender quienes son los emprendedores de la reforma, es decir, las personas que pueden desarrollar ideas, difundirlas socialmente y presionar a las altas esferas políticas.

P: ¿Cómo fue posible que Australia y Suecia, dos economías razonablemente estatistas, diesen pasos tan radicales como privatizar las pensiones o introducir el cheque escolar?

R: Al final, lo más importante es lograr que los incentivos cambien, para que los incentivos sean favorables a la reforma. Si los políticos salen recompensados con estas reformas, entonces las implementarán. Por tanto, la clave está en mover a la opinión pública en esa dirección, porque cuando se abren nuevas ventanas de oportunidad se pueden sacar adelante reformas de calado. Una de las paradojas de la obra de Karlson es que cuando los incentivos están correctamente alineados, hasta los partidos de izquierda llevan a cabo reformas liberales.

P: ¿En qué ámbito es más urgente promover en España una reforma liberal?

R: Las pensiones se han convertido en un reto económico de primer orden, pero la discusión sigue en el corto plazo y la búsqueda de soluciones por parte de los políticos se antoja compleja, porque la sensibilidad y la influencia electoral de los pensionistas ha ido a más. El liberalismo debe enarbolar una propuesta de cambio gradual que contribuya a mejorar el sistema y que ayude a superar los obstáculos que hoy impiden una reforma efectiva. Es muy necesario que España mire a Australia o Suecia para reformar sus pensiones con la mirada puesta en promover una solución liberal. Y lo más interesante es que socialmente sí se acepta que hay un problema con la sostenibilidad del sistema, de modo que el caldo de cultivo está ahí para mover a la opinión pública a favor de una reforma de las pensiones.

P: ¿Cree que algún político español ha entendido bien estas cuestiones y ha sabido poner en marcha reformas liberales duraderas y exitosas?

R: En Madrid, el gobierno de Esperanza Aguirre tomó la bandera de la abolición del Impuesto de Sucesiones y consiguió introducir en la agenda nacional un alto grado de repudio a un gravamen que poco a poco está desapareciendo. El proceso de cambio empezó con el paso adelante de Madrid, pero ahora ya se extiende a otras regiones: Galicia, Murcia, Andalucía, Castilla y León… Aguirre hizo lo mismo con otros temas: libertad de horarios comerciales, gestión privada de servicios públicos… Es un caso digno de estudio.

P: De modo que hay que estar dispuesto a pisar charcos para popularizar las ideas liberales…

R: Donald Trump ha demostrado que se puede aprovechar campos "vírgenes" o zonas grises que otros partidos políticos no quieren tocar. De hecho, cuando uno da el paso y se atreve a mantener un discurso potente, el potencial de ganancia es mayor de lo habitual, porque si solo tú estás hablando de ese tema, los demás siempre van a ir por detrás y tu logras una especie de monopolio a la hora de rentabilizar la cuestión electoralmente. En España, Vox ha emulado la estrategia trumpiana, tocando temas que estaban abandonados: rebaja fiscal muy pronunciada, crítica a la inmigración ilegal, cuestionamiento de la ideología de género… Eso despierta interés en los votantes.

P: Aunque en la esfera política y mediática se hable cada vez más de lo que puede aportar el liberalismo a nuestra vida pública, los estudios demuestran que la sociedad española es especialmente recelosa ante estas ideas. ¿Por qué?

R: El liberalismo es más racional, al contrario que otras doctrinas cuyo componente es más emocional. Por tanto, hay que ser conscientes de esa limitación inherente. El liberalismo no es capaz de satisfacer ciertas partes del corazón humano. Si asumimos eso, podemos entender mejor por qué el mensaje no cala de forma tan mayoritaria en la sociedad. Y, precisamente por eso, tiene sentido que, a menudo, el liberalismo se complemente con elementos conservadores, porque ese equilibrio te da pie a incorporar valoraciones identitarias, históricas, culturales, éticas… Sin lugar a dudas el comunismo sigue con vida intelectual precisamente por la atracción de un sistema utópico, un sistema que choca con la naturaleza humana más elemental pero arropa moralmente a sus defensores.

Es la misma razón por la que el nacionalismo tiene una fuerza tan poderosa. Un Estado puramente liberal no tiene alma, crea muy pocas conexiones emocionales entre los ciudadanos y su gobierno, por eso históricamente se ha utilizado el nacionalismo. Ya que es muy dificil conseguir que los ciudadanos defiendan un país o estén dispuestos a dar su vida por un Estado puramente liberal. Esa esa la razón por las que incluso los Estados más liberales del mundo son Estado-Naciones y tienen su bandera.

Por otro lado, también creo que los liberales españoles deben ser más pragmáticos y menos utópicos. En Australia o Suecia, muchos de los cambios introducidos llegaron más por necesidad que por convencimiento pleno, pero el caso es que avanzaron en la dirección adecuada.

P: En materia de política exterior, ¿qué discurso debe enarbolar el liberalismo?

R: Para el liberalismo puede resultar complejo establecer un discurso de política exterior, entre otros motivos porque en el campo de las relaciones internacionales se emplea el término "liberal" para aludir a ideas de la izquierda. Por otro lado, mientras que el liberalismo pone el acento en las interacciones privadas, la política exterior tiende a hacer eso mismo en clave pública. De nuevo se requiere pragmatismo, el poder estatal se va a producir nos guste o no, con lo cual hay que tomarlo como dado y ver cómo podemos aplicarlo para producir sociedades más libres y prósperas.

Dicho esto, lo que creo que es fundamental es tener claro que los Estados no pueden dedicarse a intervenir sistemáticamente en los sistemas políticos o económicos de otros países, por mucho que dichas intervenciones se justifiquen en base a principios democráticos esenciales. Exportar modelos no funciona, como ha demostrado el caso de Iraq, una política exterior idealista e intervencionista sin ningún tipo de anclaje en la realidad histórica y geopolítica, produce una realidad internacional con más violencia. Desde 1989 Estados Unidos ha sido el Estado que más ha intentado llevar a cabo este tipo de política y no es una coincidencia que desde entonces, lleve dos de cada tres años en guerra.

Por tanto, la política exterior debe ser más modesta en sus objetivos. Es recomendable leer a John Mearsheimer en The Great Delusion, trata este tema con brillantez. Quizás la tésis más importante de su obra sea que la realidad internacional demuestra que siempre que el liberalismo choca con el nacionalismo, el liberalismo tiende a perder. Aunque pueden coexistir ambos perfectamente, si se opone uno al otro el nacionalismo ganará. Brexit y Trump son una muestra de ello.

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