Dicho está: al Gobierno no le gustaría que estallara una guerra eléctrico-energética. Probablemente es un aviso a navegantes, una advertencia para el superempresario Cortina, deseoso de ampliar su poder en el sector energético con Iberdrola, aunque para ello tuviera que dejar a Endesa compuesta y sin novia. De manera que lo que ahora procede, dicen los iniciados, es que don Cortina se siente con los expertos de don Martín Villa y don Oriol, para ver con qué parte de la tarta eléctrica pudiera quedarse de entre los activos “superfluos” de la megafusión en marcha.
O sea, que ha llegado el tiempo del reparto de activos; ya todos han levantado el dedo para señalar que quieren participar. Repsol-YPF-Gas Natural, Unión Fenosa, Enrom, Aquila Energy, Hidrocantábrico y EDP se han puesto ya a la cola. Quieren saber “qué hay de lo suyo”, o qué les puede tocar en el reparto de este embrollo, en el que para sumar fuerzas y ser megagrupo hay que vender activos de generación, de distribución y de comercialización...
Las negociaciones del reparto y sus precios puede distraer unos cuantos meses al personal. Y después, al mapa eléctrico nacional tal vez no lo conozca ya “ni la madre que lo parió”, que diría Alfonso Guerra...
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