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Miquel Roca, ex diputado de CiU, no sólo es “padre” de la Constitución, sino también de los comerciantes de Madrid que se oponen a la decisión de la consejería de Economía de ampliar el número de aperturas posibles en festivos, incluyendo los domingos de agosto. Roca apunta a la forma, pero tira por elevación hacia el fondo, hacia la libertad.

En junio pasado, el Gobierno central decretó la liberalización de horarios en establecimientos de menos de 300 metros cuadrados, mientras que los demás pueden llegar hasta 12 domingos, y ampliar de 72 a 90 horas semanales los horarios de apertura. Este decreto es según Roca inscontitucional, porque “sólo puede estar justificado por una situación de extrema y urgente necesidad, y considerar que la ampliación de horarios tiene ese carácter es, como mínimo, un sarcasmo”.

No es un sarcasmo, en cambio, defender a empresarios no competitivos que desean castigar a millones de consumidores con más inconvenientes y mayores precios.

Si la Constitución impide o dificulta el camino hacia la libertad, entonces sería la Constitución la inconstitucional. No es así, sin embargo, puesto que ya en 1985 los socialistas, guiados por Miguel Boyer, decretaron la total libertad de horarios comerciales, sin traba institucional alguna.

Pocos años más tarde, la pérdida de la mayoría absoluta impuso en este aspecto la marcha atrás, con catalanes antiliberales en varios frentes, como Borrell, Pujol y otros. Y aún quedan Roca y el sarcasmo.

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