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Más de 600 científicos españoles han firmado un manifiesto que pide la duplicación del gasto público en I + D, con el argumento de que los países ricos son los que invierten más en investigación, con lo que dicha expansión del gasto garantizaría nuestra prosperidad futura. Para la presidenta del Instituto de España, la profesora Margarita Salas, el mencionado incremento del 100 % es lo “mínimo” que habría que hacer con la actual partida presupuestaria correspondiente a la ciencia y el número de científicos españoles. Por fin, el catedrático Ángel Álvarez encontró el origen del desastre: todo se debió a que abrimos nuestras fronteras a Europa y hubo que “desmontar” la industria española. Barriendo para casa y contraviniendo el espíritu liberal de esta columna y este diario quizá debamos concluir que, efectivamente, habría que aumentar el gasto público ¡para que los científicos aprendan economía!

La vinculación de partidas presupuestarias con el crecimiento económico está lejos de ser sencilla o automática, ni siquiera en el caso de la ciencia; no está claro que los países se enriquezcan porque gastan en ciencia, o más bien gastan en ciencia porque se han enriquecido por otras razones. Esta duda es mucho más profunda cuando de lo que hablamos es del gasto público en ciencia, es decir, un gasto que no es decidido libremente por la sociedad sino que le es impuesto por una minoría de políticos, burócratas y grupos de presión sumamente interesados en disparar con pólvora del rey.

Estas coaliciones siniestras suelen llevarse el gato al agua jaleando a los medios de comunicación con mensajes engañosamente simples y alarmantes: véase el caso de la ecología; pero sus triunfos suelen ser derrotas de amplias mayorías de ciudadanos, consumidores y contribuyentes. Claro que hubo que “desmontar” parte de la industria española cuando se abrieron nuestros mercados, pero fue precisamente la industria “montada” por coaliciones de ese tipo, sobre la base de absurdos proteccionismos que terminó pagando el pueblo.

Mejor sería para la ciencia que sus cultivadores tuvieran más paciencia y más tino en sus recomendaciones: por ejemplo, en vez de apresurarse a pedir más coacción del poder político sobre la sociedad, podrían pedir menos, de modo que pudiese aumentar el gasto privado en I + D.

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