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Aseguró el presidente Aznar el lunes Santo, durante el discurso que pronunció tras la firma del acuerdo sobre las pensiones, que dicho pacto es “el mejor de los posibles para los pensionistas”. Esto es un disparate, salvo que se lo fracture, a saber, sí es el mejor pacto posible, pero no para los pensionistas; y ni siquiera esto está al margen de la duda.

No puede ser propicio para los pensionistas un acuerdo que no hace nada, salvo aumentar el gasto presente y por tanto futuro, que vive de las rentas del crecimiento económico actual y que no ataca ni de lejos los problemas fundamentales de nuestro sistema de pensiones. Es revelador de las debilidades de la política que los dos objetivos del Pacto de Toledo --la viabilidad del sistema y la despolitización del problema-- no se hayan cumplido. Difícilmente se puede denominar “despolitización” a lo que gestionan los políticos y se firma en la casa del principal de todos ellos.

Esa politización quizá explique la posible verdad parcial del aserto de Aznar: este acuerdo, que obviamente no es el mejor posible para los pensionistas, podría ser el mejor posible para los políticos. De ahí la ancha sonrisa del presidente del Gobierno en su foto con José María Fidalgo.

Sin embargo, caben dudas, porque no parece descabellado que el Gobierno podría haber hecho algo para beneficiar a los pensionistas (futuros), por ejemplo, aprovechar la mayoría absoluta para tomar medidas de fondo y explicárselas a los ciudadanos, que fácilmente entenderían que algunas cosas hay que hacerlas aunque los lobbies se opongan. No hizo, en cambio, el Gobierno nada --y por eso este pacto inane fue saludado por Diego López Garrido como un “destello centrista”--, salvo anunciar que sí se va a poner enérgico en 2003, y entonces endurecerá el cálculo de las pensiones. ¿Pretenderá que coincida con las elecciones generales, cosa de ayudar al candidato del PP?

Ya sé que estamos de vuelta de vacaciones, y con la típica depresión, con lo que será conveniente terminar con una nota de optimismo: quizá Aznar esté guardando sus energías para la próxima reforma de la negociación colectiva. Después de todo, ya ha dicho que si no hay acuerdo reformará por decreto; acaso oculte un as en la manga y pretenda descentralizar esa negociación, atacando el poder tanto del lobby sindical como del patronal. Por soñar que no quede; si no creemos que los milagros son posibles justo después de Semana Santa, entonces ¿cuándo?

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