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José Ignacio del Castillo

¿Qué va a pasar con la economía?

Esta es la pregunta que me hizo ayer un amigo poco después del terrible atentado. Si lo supiera con certeza, le respondí, desde luego que no estaría levantándome a las siete y media de la mañana todos los días para ir a trabajar ocho horas diarias por un sueldo nada espectacular. Así que lo más que nos cabe es especular posibles escenarios y valorar sus consecuencias económicas.

Una primera posibilidad, quizás la más probable, es que las aguas vuelvan a su cauce. Los EE UU localizan y, por sí mismos o mediante una coalición occidental, castigan de forma ejemplar a los terroristas y a quienes les amparan. Tras la inicial subida, el petróleo y el resto de materias primas retornan a sus precios precedentes. La economía evita entrar en una espiral de inflación de precios y recesión económica. Si este fuese el caso, convendría tener presente ahora el consejo que solía dar el viejo Barón de Rothschid: “El momento para comprar es cuando la sangre está corriendo en las calles”.

El segundo escenario sería menos halagüeño. Incluso sin espiral bélica, la desconfianza se generaliza, afectando no sólo a los sectores relativamente sobredimensionados de la Nueva Economía, sino también a turismo, bienes de inversión, etc. El sector de seguros muy golpeado ayer y el financiero, diezmado en su capital humano, se verían también arrastrados, así como la banca que empezaría a ver crecer su cartera de créditos incobrables. El margen entre la rentabilidad de la deuda más fiable y otro tipo de deuda corporativa se vería incrementado. En esta espiral deflacionaria, los refugios serían la renta fija a corto plazo mejor calificada y la pura liquidez. Respecto de las acciones, habría que aplicar el dicho "no cojas un cuchillo cuando está cayendo".

El último escenario imaginable, sería el peor de todos. En una espiral de violencia extendida a todo el Oriente Medio y salpicando con salvajes actos terroristas a Occidente, las materias primas se convierten en el único refugio. Al reaparecer los déficits presupuestarios para financiar los incrementados gastos en defensa e inteligencia, ni el papel moneda, ni la deuda en él denominada, serían los mejores lugares en los que conservar el patrimonio. El incremento en los costes, para mayor inri, desembocaría en el fenómeno de depresión e inflación que ya sacudió al mundo en la década de los 70. En este es entorno, el oro es rey. Su bajada de esta noche en Singapur tras la subida de ayer, constituye una buen augurio que esperemos se confirme.

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