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No perdió la oportunidad el secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, y como Gescartera y el Pisuerga pasan por Valladolid, aprovechó para enlazar el chiringuito del señor Camacho con el sistema de pensiones.

Es verdad que don José María, y muchos otros, revelan gran fidelidad a la antigua tradición de enemistad contra la libertad de los obreros. Por eso se niega a que los obreros elijan, se opone a la privatización de la Seguridad Social e insiste en que las pensiones deben ser “de carácter público y de reparto”. Esto está bien, quiero decir, si uno está en contra de la libertad y el bienestar de los obreros, como sucede con el señor Fidalgo, pues entonces uno respalda un sistema que atrapa y empobrece a los trabajadores. Don José María está en su perfecto derecho.

Ahora bien, sucedió que añadió lo siguiente: “no estamos precisamente en tiempos de alabanza para la capitalización, por la aparición del escándalo de Gescartera”. Ahí ya no, señor Fidalgo, ahí ya no tiene usted derecho, porque eso es una tontería, o mejor dicho dos. Una apunta que el mercado es igual a la selva del robo y la estafa, delitos a los que, además, no estaría al parecer expuesto nadie que no labore en el sector privado. Y la otra sugiere que los sistemas de pensiones de capitalización son más arriesgados que los sistemas de reparto; la falacia reside en que, por un lado, el sistema público tendrá que pagar menos pensiones o aumentar los impuestos o cotizaciones en el futuro, alternativas escasamente “solidarias” con la clase obrera; y por otro lado, en términos de rentabilidad a largo plazo (el único que tiene sentido en estas cuestiones), la capitalización bursátil resulta más provechosa para los dineros de los trabajadores que el sistema de pensiones actual.

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