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Carlos Ball

El euro

El euro

Carlos Ball

El euro, la moneda común de 12 países europeos, comenzará a reemplazar las pesetas, las liras, los francos, los marcos alemanes, etc. a partir del 1° de enero. Durante los primeros dos meses del año 2002 circulará el euro junto a la moneda nacional, pero después del 28 de febrero el euro será la única moneda aceptada por las tiendas, las empresas y los bancos de una docena de países: Alemania, España, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Bélgica, Austria, Portugal, Finlandia y Grecia. A los viajeros extranjeros nos elimina el dolor de cabeza y los múltiples pagos de comisiones cambiarias cada vez que cruzamos una frontera en Europa occidental, pero ¿va el euro a reemplazar al dólar como principal moneda en el mundo y acaso favorece realmente a la gente de esos países?

La libertad de acción de los diferentes países miembros se limitará ahora a decidir si usan una coma o un punto para indicar el decimal. Sobre el símbolo del euro, las autoridades informan que “es una E, cruzada por dos trazos paralelos horizontales claramente marcados. Se inspira en la letra griega épsilon, en referencia a la cuna de la civilización europea y a la primera letra de la palabra ‘Europa’. El doble trazo horizontal representa la estabilidad del euro... y dentro de pocos años será tan popular como el del dólar ($)”.

Pero para la distinguida economista Anna J. Schwartz, se trata de un programa diseñado por las élites europeas, sin que se les haya permitido a los ciudadanos de esos países votar a favor o en contra. Están reemplazando sus monedas tradicionales por una supranacional con el propósito de acelerar la unión política y la Dra. Schwartz cuestiona que el euro vaya a aumentar, como aseguran, la simpatía de los franceses por los alemanes o viceversa. Fue el rechazo del euro por parte de los daneses en las elecciones de octubre de 2000 lo que endureció la oposición de las élites políticas europeas en contra de un amplio debate democrático sobre la materia. Según la Dra. Schwartz, el Gran Hermano orwelliano cree saber mejor que el pueblo lo que le conviene al ciudadano común y corriente, por lo que estamos apenas presenciando el preludio de la rendición de la independencia política de esos países a la autoridad centralizada.

Aparentemente, la animosidad de los alemanes a perder su propia moneda fue hasta cierto punto aplacada con la instalación del Banco Central Europeo en Frankfurt, y los burócratas europeos están haciendo lo posible por hacer atractivo el uso del euro. Por ejemplo, imprimen billetes de 500 euros para facilitar las grandes transacciones. Eso es indudablemente atractivo para los narcotraficantes y lavadores de dinero, quienes podrán transportar y esconder su dinero más fácilmente, ya que ocupará y pesará una quinta parte de los billetes de 100 dólares que hasta ahora manejan.

Pero así como beneficia a los capos del narcotráfico, está creando graves problemas a los informales europeos, quienes siempre han hecho sus transacciones en efectivo, pero que ahora deberán acudir a los bancos para cambiar sus viejos billetes por los nuevos euros. Esos billetes no valdrán nada a partir del 1° de marzo y los bancos están siendo obligados a pasarle a las autoridades amplia información sobre las transacciones. Eso explica el auge actual en las ventas, por toda Europa, de costosas joyas, famosas pinturas, mansiones y autos de lujo. Se trata de ventas en efectivo y esas propiedades se vuelven a vender para poder sacar el dinero del país, cambiándolo a dólares, francos suizos o libras esterlinas.

En cuanto a su supuesta estabilidad, hasta ahora el euro no ha sido tan confiable como el dólar. Cuando el euro fue originalmente emitido como moneda que sólo circulaba entre bancos, su valor fue fijado en 1,19 dólares; actualmente vale 89 centavos de dólar, una caída de más de 25% de su valor. Eso hace improbable que el mundo traslade su tradicional confianza en el dólar a la nueva moneda. La Reserva Federal (el banco central) de Estados Unidos, con todos sus defectos, sigue siendo una institución desligada de la política y nadie que conozca algo de la historia reciente de Europa piensa seriamente que los políticos europeos van a mantener la estabilidad de precios a costa de una política monetaria que no beneficie en un momento políticamente crítico los niveles de empleo. Después de todo, la mayoría de los partidos políticos que gobiernan Eurolandia dependen del apoyo sindical y su prioridad absoluta es ganar elecciones. Mis ahorros, y seguramente los suyos, seguirán denominados en dólares.

©AIPE

Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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