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Enrique de Diego

“Manos muertas” sindicales

Uno de los debates que los viejos liberales abrieron fue el de los privilegios sociales que lastraban las posibilidades de desarrollo económico. Las llamadas “manos muertas” clericales y de rentistas aristocráticos.

El intervencionismo ha generado sus propias aristocracias ineficientes y parasitarias. Quien se asocia suele hacerlo con la indisumulada pretensión de vivir pegado a la ubre estatal. Los que mejor y más lejos han desarrollado ese esquema son los sindicatos. El concepto de “paz social” es, en buena medida, la coartada para el trasvase constante de fondos públicos hacia un colectivo privilegiado para que sus dirigentes vivan del cuento. Las fotos de los políticos con los líderes sindicales cuestan mucho dinero a los contribuyentes. Es notorio que nuestros sindicatos no viven de sus cuotas, con las que no podrían sostener sus lujosas sedes, ni a sus huestes de belicosos liberados. De esa forma, no tienen necesidad de prestar servicios a los trabajadores, para hacer atractiva e interesante la afiliación.

Estas “manos muertas”, para mantener el flujo dinerario, o incrementarlo, tienen que presionar a la Administración mediante el chantaje huelguístico, demostrando poder en la calle, mediante la coacción en altas dosis, e incluso la violencia del matonerismo de los piquetes informativos (el sindicalismo salvaje de la última huelga de los autobuses madrileños).

El Partido Popular ha tenido interés en mantener ese esquema, y ahora paga sus consecuencias. En vez de hacer una reforma liberalizadora contra las “manos muertas”, que las vivifique como organizaciones prestadoras de servicios, las ha legitimado como una coartada del centrismo (cuando el centro es la liberalización).

La convocatoria de la huelga general entraña tal irresponsabilidad, se aleja tanto del ambiente de la calle, que sólo puede entenderse como un intento para desalojar al PP del poder a favor del PSOE, con la idea de que un débil Zapatero sería un títere en sus manos, y aumentaría sus privilegios, aumentando el paro en niveles exponenciales.

Este pulso entre el PP y los sindicatos no puede quedar en mera escenificación de diferencias. Es el momento de sacar a los sindicatos de los presupuestos públicos, para que empiecen a ser un instrumento clave de la vertebración de la sociedad civil. Entonces empezarían a montar empresas propias sin dedicarse al hurto y la pillaje como en la PSV.

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