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Para Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, el Estado es cariñoso: “Reducir el papel del Estado y cargar el peso sobre los individuos crea un sentimiento de inseguridad, de soledad y angustia”. Y José Vidal-Beneyto siente nostalgia del sindicalismo de los años setenta, e invita al esfuerzo colectivo “hasta que consigamos sustituir al mercado y hasta que logremos imponer una mundialización alternativa”.

La visión de Prodi conecta con la tradicional apelación al calor primario de la tribu, típico de los intervencionistas, cuyo miedo a la libertad les impide concebir órdenes sociales con individuos responsables y dueños de su propio destino. Así, la reducción del papel del Estado, es decir, la ampliación de la libertad, es para Prodi una carga; y en cambio, la reducción de la libertad, por ejemplo mediante los impuestos y demás costes que comporta el Estado, es algo que derrama bienes tales como la seguridad, la compañía y el consuelo.

En cuanto a Vidal-Beneyto, es natural que su recelo ante la libertad lo impulse hacia el sindicalismo radical o hacia cualquier movimiento que rechace la economía de mercado. Dos son los verbos que mejor revelan su propensión autoritaria. Uno es “sustituir” al mercado, como si no hubiera suficientes experiencias prácticas de lo que sucede cuando el mercado es sustituido. ¿Cuántos testimonios más de atroces dictaduras necesita Vidal-Beneyto para comprender que alguna relación hay entre el mercado y la libertad, y la falta de mercado y la falta de libertad?

El segundo verbo es un clásico del socialismo, y el que mejor lo identifica como amante de la coacción: “imponer”.

En Libre Mercado

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