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Un aspecto central del pensamiento único intervencionista es que los órdenes espontáneos no existen, no hay mercados libres y todo está manejado por los de siempre. Esta fantasía tribal justifica el intervencionismo; después de todo, si nos manda la General Motors, entonces no será tan malo que nos manden los políticos. Un ejemplo notable lo brindó este domingo la distinguida periodista Sol Alameda, en una entrevista con el premio Nobel Joseph Stiglitz en el dominical de El País. La idea que más repitió Alameda es precisamente que hay unos malos que nos mandan: “¿Quién decide lo que ocurre en el mundo?… alguien, algunos, están a la cabeza de la toma de decisiones… quién lo maneja todo… estamos en manos de las grandes empresas multinacionales”.

Esta reiteración fue potenciada porque Stiglitz, que será intervencionista pero algunos errores no los comete, no le dijo a Sol Alameda exactamente lo que Sol Alameda quería oír, o sea que sí, que estamos dominados por el siniestro capitalismo.

A pesar de ello, Stiglitz es el darling de los política y económicamente correctos. “El economista justo”, titula Alameda su entrevista; ya se sabe que para el pensamiento único la justicia estriba en recortar la libertad. La adoración de Stiglitz estriba en que, en el fondo, los intervencionistas inteligentes, como es el caso de Alameda, sospechan de la solidez de sus argumentos, y por tanto, contar con un premio Nobel los llena de felicidad. Y Sol Alameda no titubea en lisonjear al norteamericano: “Lo bueno del libro de Stiglitz es que nadie va a ponerle pegas, no van a poder descalificarlo”. En realidad, se le pueden poner muchas pegas: véase “Ojo con Stiglitz”, cuya primera parte apareció este lunes en Expansión en la red.

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