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Ha estado muy brillante Eugenio Galdón, viejo amigo (digo, conocido) del Señor de Prisa, al definir como “el corralito digital” a la nueva Sogecable que una parte del Gobierno quiere ahora aprobar cuanto antes. “Cuanto antes de las elecciones, mejor”, parece decir Piqué, que por lo visto ya ha olvidado las humillaciones y dentelladas que le propinó la secta polanquiana por no arrodillarse ante sus ucases. Ahora quiere poner reclinatorios pero como el Gobierno, en materia de comunicación, siempre está en Babia con respecto al futuro y contra la libertad real en el presente, anda mareando la perdiz, un deporte intelectual en el que brilla de forma extraordinaria Mariano Rajoy.

Lo que ha dicho el presidente de ONO, tal vez copresidente de Auna si se lleva a cabo la fusión de las operadoras de cable, es que teniendo amarrados como tiene Sogecable los contratos de contenidos de cine y de fútbol, no hay quien pueda competir. Y si se reparte la cartera de compras con Telefónica, una vez integrada Vía Digital en la Platajunta, no habrá competencia jamás, porque no habrá qué ni con qué.

Y si lo hubiera –es nuestra preocupación–, tampoco, porque a Polanco no sólo se le acepta en la nueva Sogecable el monopolio de los contenidos rentables sino que se le convierte en el primer comprador y el primer vendedor, en el dueño de la calle y el único automovilista, y, además, se le nombra guardia de tráfico. Es evidente que, en esas circunstancias, la competencia es imposible. Pero, claro, ¿quién ha dicho que al Gobierno le gusta la competencia? En materia periodística prefiere lo malo conocido, a ser posible para cerrarlo. Y con Polanco, pues ahí anda el padre de la novia, sin saber qué hacer, como siempre. Ha creado media docena de Polanquitos que se le han arruinado en cuatro días. Ha machacado concienzudamente las pocas alternativas de contenidos reales que al Imperio Polanquista hay o había en España. Y si consagra finalmente el Corralito de Don Jesús, podrá irse de la política con la satisfacción del deber cumplido, el deber que González no pudo cumplir del todo: dejar el mapa de la comunicación como un erial: siervos del Gobierno por aquí, siervos de Polanco por allá. Hasta que cambie el Gobierno, claro y alcancemos la paz de los cementerios informativos, un designio furtivo pero no secreto de don José María Aznar. Enhorabuena.

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