El tratamiento de las basuras domésticas ha sido materia de polémica en Galicia desde hace una década. El motivo es el llamado plan Sogama, un ambicioso proyecto liderado personalmente por Manuel Fraga. Consiste en un gran complejo medioambiental en Cerceda, Coruña, construido por Sogama, una sociedad participada por la Xunta (51%) y Unión Fenosa (49%). Allí se envía la basura gallega para incinerarla. De este modo, Galicia se libra de la basura, al tiempo que genera energía. El Plan contó con el apoyo de la Unión Europea, que aportó 12.000 millones de pesetas.
Quien no gustó del proyecto fue el ecologismo, que luchó contra él apoyado por el PSOE y el BNG. Sogama, en su opinión, iba a envenenar los aires gallegos con sus toxinas. Era además un modelo reaccionario, pues la Xunta rechazaba la propuesta progresista de la reducción y reciclaje de basuras.
La oportunidad de los ecologistas nació de una desgracia. El vertedero coruñés de Bens se vino abajo, dejando en evidencia al alcalde Paco Vázquez. Por ello, decidió apuntarse al ecologismo radical y construyó en Nostián una modernísima planta de reciclaje y compostación (conversión de los residuos orgánicos en abono). Gracias a ella, Coruña y su zona metropolitana reducirían su producción de basuras, las reciclarían, y lo poco que no se pudiera reutilizar sería enterrado a la espera de una solución técnica.
La llegada al poder de alcaldes del BNG representó otra amenaza al plan Sogama. Si los municipios lo abandonaban, el complejo de Cerceda se vendría abajo. Los ojos se dirigieron entonces a Lois Pérez Castrillo, alcalde de Vigo, ciudad que produce el 40% de las basuras que recibe Sogama (Coruña tiene su propia planta, Santiago un moderno vertedero). Pronto les decepcionó. El alcalde Castrillo, con su incompetencia habitual, no supo encontrar ni el dinero ni el terreno para construir una planta propia. A pesar de sus promesas, siguió con Sogama.
Pero los problemas del proyecto de la Xunta continúan. Sogama no recibe la suficiente basura, por lo que sufre una hemorragia de dinero que es urgente atajar. Este año (electoral), pretende subir su tasa un 17%, y los ayuntamientos se niegan. Fenosa tampoco está contenta y pretende que la factura suba un 30%. Muchos ayuntamientos, por su parte, no cobran a los vecinos por la basura, o son tan pobres que no pueden pagar la tasa que cobra Sogama. No es raro ver sus camiones arrojando la basura en vertederos ilegales.
El respiro le ha llegado a la Xunta del complejo coruñés de Nostián. El modelo alternativo del ecologismo gallego ha fracasado. Sólo recicla el 20% de las basuras que recibe, y el compost que produce no tiene mercado. Por tanto, las basuras se amontonan en el vertedero adyacente que se decía provisional y no saben qué hacer con ellas. No tienen más remedio que enviarla a Sogama, la cual necesita desesperadamente de esa basura para equilibrar sus cuentas. Los ecologistas, normalmente tan vociferantes, tan rápidos siempre en enviar su nota de prensa, se mantienen esta vez silenciosos. No entra en su cabeza que tengan que asumir la responsabilidad por sus errores.
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