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Isaac Katz

Ecología y pobreza

Los habitantes de la ciudad de Berkeley, California siempre fueron radicales, como se recuerda de las protestas durante la década de los 60 en contra de la Guerra de Vietnam. Ahora son más bien políticamente correctos respecto a la pesca de atún y la captura incidental de delfines, y van a votar en un referéndum sobre una iniciativa que prohíba que se expenda café cuando el grano sea producido bajo condiciones laborales y sanitarias que no cumplan con las normas estadounidenses en estas materias e imponiendo multas y cárcel hasta por seis meses a quienes violen tal disposición. Es claro que de ser aprobada tal iniciativa, los habitantes de esa ciudad se quedarán sin tomar café. La razón es que toda la producción mundial de este aromático se lleva a cabo en países subdesarrollados, particularmente en América y Africa, países donde las condiciones laborales son significativamente diferentes a las prevalecientes en Estados Unidos, reflejando el hecho, verdad de Perogrullo, de que son países subdesarrollados.

Los habitantes de Berkeley forman parte de ese grupo muy heterogéneo de enemigos de la globalización, entre quienes se encuentran los ecologistas sin rumbo, como los de Greenpeace, quienes piensan que cualquier sacrificio es válido con tal de salvar al mundo natural de la “voracidad” de los capitalistas. Ellos, ni por asomo, relacionan el deterioro del medio ambiente en los países subdesarrollados con la pobreza. La preocupación por la ecología es un lujo que sólo los ricos, como los habitantes de Berkeley, pueden darse. A los pobres, cuya principal preocupación es obtener el ingreso que les permita vivir un día más, el equilibrio ecológico les importa un comino.

Veamos el punto del mercado laboral en los países subdesarrollados, particularmente en el sector agrícola. En casi todo ese sector se siguen utilizando tecnologías de producción que han cambiado muy poco a lo largo de varios siglos, siguen siendo intensivos en el uso de mano de obra poco o nada calificada, los niños a partir de los siete u ocho años de edad son una importante parte de la fuerza de trabajo, se utilizan yuntas de bueyes y arados de madera, los fertilizantes son de origen animal, hay muy poca utilización de insecticidas y prácticamente no hay obras de infraestructura de riego, por lo que dependen de las lluvias. Con esa tecnología de producción, el valor de lo producido apenas les permite sobrevivir y difícilmente pueden salir de la pobreza. Por otra parte, la ausencia de una práctica de rotación de cultivos implica que los nutrientes naturales de la tierra paulatinamente se agotan, por lo que se vuelve imperativo para estos grupos buscar nuevas tierras de cultivo y de ahí la tala y quema de los bosques, con lo que se deteriora aún más el equilibrio ecológico.

Salir del círculo vicioso de pobreza y deterioro ecológico requiere de una serie de políticas públicas entre las que destacan dos. La primera es una eficiente definición de los derechos de propiedad sobre los recursos naturales, ya que sin ellos se genera una sobreexplotación de estos. La segunda, sin duda la más importante, es la provisión de servicios educativos y de salud para los niños y jóvenes de las familias que habitan en las áreas rurales. La acumulación de capital humano tiene varios efectos positivos, entre los que destacan la menor tasa de mortalidad infantil y consecuentemente la menor tasa de fertilidad, así como la posibilidad de introducir cambios tecnológicos en los procesos de producción que incrementan la productividad de los factores de la producción, repercutiendo en un mayor ingreso familiar.

Un medio ambiente sano, un mundo en donde haya un equilibrio ecológico y no se dé una depredación de los recursos naturales es obviamente valioso, pero sólo mejorando las condiciones de vida de la población es posible detener y revertir el deterioro ecológico en los países subdesarrollados. Disposiciones como la señalada al principio, así como medidas proteccionistas amparadas en cuestiones laborales y ecológicas, claramente no funcionan y, peor aún, afectan negativamente al ingreso de la población de los países pobres, condenándolos a seguir viviendo en la pobreza.

Isaac Katz es investigador y catedrático en el Instituto Tecnológico Autónomo de México

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