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Gary S. Becker

El precio del petróleo no se disparará

Luego de las victorias electorales republicanas, el presidente George Bush instrumentará agresivamente su agenda tanto interna como internacional. Entre sus prioridades está la confrontación con Saddam Hussein. Muchos observadores se preocupan que una guerra en el Medio Oriente afectaría la economía americana y de otros países industrializados al causar escasez y aumento de precios del petróleo. Esa preocupación exagera la importancia de los productores del Medio Oriente. Por el contrario, una derrota rápida y decisiva de Saddam causaría más bien una considerable caída del precio del petróleo.

Una razón es la menor importancia del petróleo en la economía de Estados Unidos, en comparación con hace 25 años. El gasto petrolero americano alcanzó cerca del 8% del PIB con los sucesos de 1973. Pero hoy esa relación es de sólo 3,5%, gracias a autos, viviendas y equipos más eficientes; la economía se ha desplazado hacia métodos menos intensivos en energía. La caída de la importancia del petróleo para Japón y Europa ha sido aún mayor, por lo que de dispararse los precios del petróleo, el daño sería considerablemente menor que en 1973 y 1979.

Aunque la importación de petróleo por Estados Unidos ha aumentado de un tercio de su consumo en 1973 a más de la mitad, mayor cantidad proviene de México, Venezuela, Canadá, Noruega, Gran Bretaña, Rusia y cada vez más del África. Las naciones del Golfo Pérsico suplen sólo el 20% del petróleo que importamos, o poco más del 10% del consumo. El suministro de estas otras regiones no sería afectado por lo que suceda en el Medio oriente, aunque los precios aumentarían.

Predecir los precios no es una ciencia exacta, pero la Guerra del Golfo Pérsico ofrece valiosa evidencia. Los precios aumentaron a más del doble cuando Irak invadió a Kuwait en agosto de 1990. Luego cayeron de más de 30 dólares el barril a alrededor de 20 dólares poco después del despliegue militar norteamericano en enero de 1991, cuando se hizo evidente que los bombardeos pronto derrotarían a Irak. Los precios se mantuvieron a ese nivel por meses, a pesar de que ni Irak ni Kuwait estaban produciendo petróleo, porque Arabia Saudita y los no miembros de la OPEP solventaron el déficit.

Algo similar volverá a pasar. Los precios probablemente aumentarán a medida que se acerca la guerra, pero como es probable que Saddam sea derrotado rápidamente, caerán los precios. Los recortes de producción en el Medio Oriente serán mucho menores que cuando la Guerra del Golfo porque las instalaciones de Kuwait no serán destruidas y porque Saddam tiene menor capacidad de destrucción hoy que hace una década. Al Qaida y otros terroristas pueden destruir algunos oleoductos y refinerías, pero eso no causará mucho daño porque habrá mucha vigilancia.

Luego de la derrota de Saddam contaremos con un gobierno más amistoso y democrático en Irak, por lo que los precios caerán más que después de la Guerra del Golfo, al eliminarse las restricciones impuestas actualmente a Irak. El nuevo gobierno aumentará la producción para financiar la reconstrucción del país y como Irak tiene la segunda mayor reserva petrolera del mundo, podrá aumentar considerablemente su producción.

Algunos economistas y políticos recomiendan reducir la dependencia de Estados Unidos del petróleo importado, subsidiando la exploración nacional y aumentando drásticamente el impuesto a la gasolina. He argumentado en escritos anteriores que aumentar el impuesto a la gasolina es preferible que la imposición de normas de consumo por kilómetro que desde los años 80 sufren los fabricantes de automóviles. Pero una respuesta más rápida a problemas de suministro es aumentar la reserva estratégica de petróleo mucho más allá de su nivel actual, que equivale a unas ocho semanas de importaciones. Sería conveniente contar con 16 semanas.

Saddam Hussein es un cruel tirano y representa un grave peligro. Hay otras consideraciones importantes respecto a la guerra, pero el temor de que se disparen los precios del petróleo no es una de ellas. Lo más probable es que los precios caigan drásticamente y se mantengan bajos después de derrocarlo.

Premio Nobel de 1992, Gary S. Becker es profesor de Economía de la Universidad de Chicago.

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