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Los sindicatos organizaron una manifestación contra “el desmantelamiento del tejido industrial madrileño”. Un millar de personas entusiastas, según informó El País, “exigieron a la Comunidad una política que impida la desaparición de las industrias”.

Lo que no fue objeto de reflexión por parte del diario, ni por parte de nadie, fue la habitual incorrección de aplicar un lenguaje biológico a la economía: la industria no es un “tejido”, algo que sugiere de inmediato la posibilidad de reparar, restañar, restaurar, incluso reemplazar con otro tejido merced a la mano visible del cirujano experto, sin causar daño a nadie y sólo beneficiando claramente a alguien visible.

Igualmente absurdo es pedir que la política impida que una industria en particular desaparezca. Porque, veamos ¿cómo lo hará, cómo conseguirán las autoridades madrileñas impedir que una empresa equis cierre? Para los sindicatos la solución es obvia: interviniendo, gastando más dinero en “ayudas” y otros capítulos. Pero aplicando incluso su misma lógica cabe denunciar esta estrategia: si el gasto público impide la desaparición de una empresa visible, entonces el impuesto recaudado para sufragarlo impide la creación o causa la desaparición de otra, invisible, pero no por ello menos real.

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