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Una organización llamada El Barzón ha asaltado el Congreso de México para pedir que no se abran los mercados. Su dirigente Alfonso Ramírez diagnosticó el gran problema del país: “México compra más de lo que vende”.

Dejemos de lado la política, y la probada ley de que quienes combaten la libertad económica hacen lo propio con todas las demás, y su “modelo” de sociedad es siempre una cárcel pobre. Concentrémonos sólo en la queja del señor Ramírez, un falaz lamento mercantilista que tiene siglos de antigüedad, y que parte de la idea de que comprar es malo y vender es bueno –lo que a su vez remite a la idolatría del dinero, que uno “gana” al vender y “pierde” al comprar. La base de la falacia es que el comercio no sólo distribuye riqueza, sino que la crea, y las transacciones libres aumentan el bienestar tanto de vendedores como de compradores, puesto que en otro caso no se llevarían a cabo.

Los países no compran ni venden, sino las personas. ¿Qué hay de malo, pues, en que alguien compre más de lo que vende? En condiciones normales ello sólo puede significar que esa persona posee dinero o crédito. Eso es, en realidad, lo que “vende”, lo que entrega para poder comprar, es decir, compra hoy entregando dinero hoy o la promesa de dinero mañana. En la equívoca y sumamente mercantilista terminología de la balanza comercial, si hay muchos mexicanos que compran bienes y entregan a cambio dinero, crédito o capital, habrá un saldo “negativo”, cuando en realidad no hay en ello nada negativo, salvo las interferencias políticas en la moneda y los cambios.

Si esto no fuera así, nos encontraríamos con una situación paradójica. Extendamos el razonamiento de don Alfonso. México compra más de lo que vende, y eso para él es malo. Pero entonces si México comprara todo y no vendiese nada, si sólo importase sin exportar, don Alfonso diría que eso sería terrible ¡cuando en verdad podría ser el paraíso!

En Libre Mercado

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