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Muestra cabal del pensamiento único es la aceptación del mercado a regañadientes, por el momento y de modo siempre limitado. José Vidal-Beneyto escribe en El País que el mercado es “un dispositivo esencial de la vida económica”. Pero acto seguido lo lamenta, y dice que el mercado vale “hasta que seamos capaces de sustituirlo o de transformarlo radicalmente”. ¡Pero si eso es exactamente lo que ha hecho el socialismo real durante buena parte del último siglo!

El distinguido columnista incurre en el viejo tópico de que lo más espantoso son las mercancías, es decir, lo que la gente compra y vende libremente. Nos convoca a “impedir que la economía de mercado conduzca inexorablemente a la sociedad de mercado”, y canta las loas del Foro Social donde brillan Fidel Castro y otros héroes.

Aún no repuestos del asombro ante tamaño disparate, Vidal-Beneyto nos agita los viejos fantasmas de la izquierda (la gente es idiota y los grandes devoran a los pequeños) y nos invita a la “resistencia cultural”, porque según él la economía de mercado es incompatible con la autonomía intelectual, la diversidad y la innovación. Venga, don José ¿de verdad pretende que nos creamos que cuando no hay economía de mercado los intelectuales son más autónomos, más diversos y más innovadores?

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