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Emma Brossard

Chávez destruye PDVSA

La destrucción de la segunda petrolera más grande del mundo avanza desde que Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela, en febrero de 1999.

Para 1995, según Petroleum Intelligence Weekly, PDVSA era la segunda empresa petrolera mundial, sobre la base de sus ventas, reservas y capacidad de refinación. Sus reservas de 76.800 millones de barriles son las mayores en el hemisferio occidental. Entonces, ¿por qué quiere Chávez destruir una empresa bien administrada que aporta más del 40% del presupuesto de la nación?

Para proteger el mercado de sus exportaciones de crudo, PDVSA compró refinerías en el extranjero, incluyendo a Citgo en 1986. Pero la avidez de ingresos del gobierno se volvió insaciable, exigiendo más pagos de dividendos, a la vez que respetar las cuotas de exportación fijadas por la OPEP. Los impuestos de 90% no satisfacían a los corruptos gobiernos venezolanos, por lo que PDVSA para 1999 tenía deudas por 7.600 millones de dólares.

La producción diaria de PDVSA alcanza actualmente apenas 1,3 millones de barriles diarios, contra 3,1 millones hace tres meses. Es más, 500 mil barriles diarios provienen de campos petroleros operados bajo contrato por empresas extranjeras.

Cuando Chávez asumió la presidencia, su primera orden fue reducir la producción petrolera para cumplir con la cuota asignada por la OPEP. Seis mil trabajadores petroleros perdieron entonces su empleo y muchas empresas subcontratistas de PDVSA desaparecieron. El mantenimiento sufrió y Venezuela perdió de un plumazo medio millón de barriles de capacidad diaria de producción.

Bajo el lema “ni un paso atrás”, 80% de los 33 mil empleados de PDVSA fueron a la huelga a principios de diciembre pasado en respaldo del paro nacional convocado por la oposición para exigir nuevas elecciones y salir de un gobierno cuyas políticas cada día se parecen más a las de Cuba. La huelga provocó pérdidas de 40 millones de dólares diarios a PDVSA, mientras el gobierno se vio obligado a importar gasolina.

Entre los personajes más valientes sobresalieron los capitanes de los barcos tanqueros, quienes arriesgaron sus carreras tratando de conseguir la renuncia de Chávez. Uno de esos héroes es el capitán Daniel Alfaro del tanquero Pilín León, quien ancló su buque en el lago de Maracaibo y rehusó descargar la gasolina. Otros 12 capitanes de la marina mercante de PDVSA siguieron el ejemplo y los militares que procedieron a abordar los tanqueros no supieron operarlos. Entonces, Chávez comenzó a importar cubanos, hindúes, libios e iraquíes para sustituir a los huelguistas.

Las empresas aseguradoras internacionales procedieron a notificar a los operadores de tanqueros extranjeros que dada la inseguridad se suspendían los seguros en aguas venezolanas. El poco petróleo que lograba salir de Venezuela fue enviado a Cuba (que no paga), a Citgo y a la refinería que comparten con Hess en las Islas Vírgenes, dándoles la espalda a los demás clientes tradicionales.

Venezuela goza de las más modernas y complejas refinerías. Las refinerías de Amuay y Cardón tienen capacidad de 940 mil barriles diarios, pero no operan desde diciembre. La refinería de Puerto La Cruz es la única produciendo gasolina actualmente (75 mil barriles diarios) y lo hace bajo inmensos riesgos por el atraso en labores de mantenimiento. La refinería de El Palito (130 mil b/d) también sigue cerrada. Grandes daños se le han hecho a todas estas refinerías, al tratar de ponerlas a producir con personal incompetente.

De los 250 mil b/d de producción de gasolina antes de la huelga, hoy se producen 75 mil. En Venezuela hay 1.811 estaciones de gasolina, propiedad de PDVSA, Shell, Texaco y BP, pero apenas unas 370 están recibiendo combustible. La Guardia Nacional ha sido encargada de la distribución, por lo que buena parte termina en el mercado negro que manejan los chavistas a precios por las nubes. En Maracaibo, llenar el tanque significa permanecer tres días en cola.

Para el 15 de febrero, Chávez había despedido a 12.400 empleados de PDVSA y pocos días antes anunció que mandaría a los huelguistas a la cárcel y que no habrá amnistía para los “petro-terroristas”. También suspendió los beneficios a los retirados que dedicaron sus vidas a la empresa petrolera. Los chavistas encargados de operar la industria están provocando serios accidentes diariamente, arruinando equipos costosos y contaminando el medio ambiente.

Gustavo Coronel, ex director de PDVSA, escribió recientemente que “con el colapso de PDVSA estamos viendo el colapso del país… cuando yo estaba construyendo oleoductos… Alí Rodríguez, el actual presidente de PDVSA [y ex secretario general de la OPEP] los estaba dinamitando, como principal experto de las guerrillas pro cubanas que fracasaron en Venezuela en los años 60”.

Emma Brossard es autora del libro Power and Petroleum: Venezuela and Cuba (2001) y fue asesora de la presidencia de PDVSA (1985-1994).

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