Menú
Martín Krause

Dilema entre la oferta y la demanda

Luego de casi tres años de recesión económica, la economía comienza a reactivarse en la Argentina, pero surgen temores de que la recuperación no sea sostenible en el tiempo. Por eso, el gobierno de Néstor Kirchner, con el mismo ministro de Economía que tenía el presidente Duhalde el año pasado, intenta impulsar la economía fomentando el consumo, con aumentos en el salario mínimo y en las jubilaciones más módicas.

Sabemos lo que sucede en un país con altísimo desempleo y una gran masa de trabajadores en la economía informal: el aumento de los costos laborales reduce las posibilidades de que aquellos que no tienen trabajo lo consigan y se aumenta el incentivo a la contratación informal. Pero eso parece ser un dato menor para el gobierno, cuyo objetivo es el de reactivar la economía, para lo cual entiende que hay que promover la "demanda agregada", haciendo énfasis en el consumo.

Se trata de un dilema permanente que han enfrentado sucesivas administraciones y el problema es que pasamos de promover la oferta a promover la demanda en pocos meses, sin tener claro cuál es el camino del crecimiento sostenido.

Así, por ejemplo, la devaluación del año 2002 tuvo los siguientes efectos: por un lado fue un gran botín fiscal, al mejorar los ingresos del fisco por las exportaciones, importaciones y el consumo. Impulsó a ciertos sectores de la producción, sobre todo aquellos ligados a las exportaciones y a la substitución de importaciones. Pero la devaluación significó un durísimo golpe a los ingresos de los asalariados y, por lo tanto, una drástica caída del consumo. Fue algo así como decir: el consumo cae 30%, pero como las importaciones caen 50%, entonces ciertas industrias locales se reactivan para cubrir ese bache.

En términos generales diremos que fue un programa de aliento a la oferta o, por lo menos, le hizo menos daño a la oferta que a la demanda. Ahora nos dicen que lo que hay que mejorar es la demanda, precisamente cuando ésta estaba mejorando ya debido al tímido aumento de la producción y a un cierto aumento en la confianza de los consumidores, quienes piensan que los peores problemas ya han pasado.

¿En qué quedamos entonces, hay que promover la oferta o la demanda? ¿O primero destruimos una y luego la otra?

Lo cierto es que el actual camino parece haber sido elegido al ver que los efectos positivos en la producción por la substitución de importaciones y el aumento de las exportaciones se agotan rápidamente si detrás de ello no viene un aumento en la inversión. Y las inversiones no se dan por varias razones: por un lado, con la suspensión de pagos de la Argentina y buena parte de nuestras empresas en situación similar, no se puede pensar en obtener crédito o atraer capitales del exterior. Por otro, el sistema bancario local se encuentra cada día con más reservas debido a un sostenido aumento de los depósitos, pero no se anima a prestar esos fondos hasta que no se aclare su propia situación y el destino final de los bonos del estado que tiene en su poder.

Si no hay crédito ni ingreso de capitales no hay inversión y, en definitiva, sin ésta no habrá crecimiento. El gobierno cree que el camino es fomentar el consumo porque así las industrias van a estar motivadas a invertir. Sin embargo, que aumente la demanda no quiere decir que necesariamente aumentará la rentabilidad de las empresas y nuevas inversiones se realizan sólo si se esperan utilidades. Ese es el factor que determina la inversión. Más aún si los empresarios tienen que contar con ahorro propio para invertir, al no haber acceso al crédito.

El camino de la oferta puede ser más largo, pues es necesario esperar el período de maduración de las inversiones, pero es el único sostenible porque se basa en un aumento de la productividad y, más adelante, de los ingresos, lo que terminará fomentando el consumo.

Los políticos no quieren darse cuenta que antes de consumir, hay que producir.

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia © AIPE.

En Libre Mercado

    0
    comentarios