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Fernando Saiz

Mariachis en Cancún

La Organización Mundial de Comercio (OMC), que esta semana reúne en Cancún a los ministros de sus 146 miembros, tiene una pésima reputación. Si se hiciera una encuesta de odios entre los movimientos antiglobalización, la OMC no sería mejor valorada que la Gestapo, Pinochet o la Inquisición. Y sin embargo, la OMC, en sus escasos años de vida –nació en 1994 como heredera del viejo GATT–, ha hecho más por la prosperidad y el bienestar mundial que muchas otras organizaciones internacionales. Sus esforzados intentos por ampliar la liberalización del comercio entre los países no siempre se han coronado con éxito, pero si en el último quinquenio amplias capas de la población de China, India y otros países han salido de la miseria se debe, en parte, a su mediación. Desde luego, la OMC, sin ser perfecta, es mucho más eficiente que la ONU, tan inútil en muchos casos como simpática a los ojos de la opinión pública.

Sea como fuere, la cumbre de la OMC en la conocida ciudad turística mexicana va a contar con la presencia de unos mariachis que no han sido invitados. Las organizaciones contra la globalización llevan meses preparando sus protestas, y a buen seguro tratarán de “descarrilar” la reunión de “la pieza más grande de la arquitectura neoliberal”, según la terminología usada en algunos sitios de Internet. La mejor manera de enfrentarse a estos apóstoles de la sinrazón es dotar a la reunión de las adecuadas medidas de seguridad –evitando, en todo caso, que los excesos policiales lleguen a producir mártires entre los manifestantes violentos, como ocurrió en Génova– y en especial llegar a acuerdos significativos en la mesa de negociación. Cancún es una cita importante, si no decisiva, en la actual ronda comercial de Doha. En particular, la cumbre tratará de perfilar un acuerdo multilateral sobre intercambios agrícolas, que son el nervio más sensible del comercio internacional. Estados Unidos y Europa han llegado a un acuerdo genérico previo para reducir las barreras proteccionistas, pero los líderes de los países en desarrollo quieren más concesiones.

Es el momento de pedir a los países ricos –y también a grandes economías, como India, Brasil o China, que ejercen de ricos frente a sus vecinos más pobres– mayor generosidad en la apertura de sus mercados nacionales. Un buen acuerdo ayudará a los más desfavorecidos y permitirá desactivar la propaganda contra la OMC. Queramos o no queramos, los mariachis de los movimientos antiglobalización van a cantar en Cancún, pero si de la reunión de ministros salen progresos reales será, más evidente que nunca que desafinan.


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