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Richard W. Rahn

El mortal proteccionismo agrícola europeo

Según el recién publicado informe “Las barreras comerciales de la Unión Europea son mortales”, del Centro para la Nueva Europa (CNE), “una persona muere cada 13 segundos en el mundo –principalmente en África– porque Europa no hace lo que dice con respecto al intercambio comercial”.

La semana pasada se reunieron los ministros de comercio de 146 países en Cancún, bajo los auspicios de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para tratar varios asuntos, especialmente la agricultura. El mes pasado, 16 países –incluyendo a China, Brasil y la India– le pidieron a la OMC que obligara a los países ricos a reducir sus aranceles y subsidios agrícolas.

La Unión Europea, EEUU, Japón y Canadá representan alrededor del 75% de la producción mundial y son los mercados más grandes de exportaciones de los países pobres. El CNE mantiene, sin embargo, que “mientras esas naciones hablan todo el tiempo de liberalizar el comercio internacional, han actuado despiadadamente al mantener cerrados sus mercados internos a la exportaciones agrícolas y de textiles de los países más pobres”.

La UE destruye las ventajas comparativas de los países pobres en alimentos y textiles, principalmente por medio de altos aranceles que promedian 20% y alcanzan hasta 250%. Por ejemplo, el arancel europeo para un pollo boliviano es 46% y para el jugo de naranja 34%. Luego, la UE mantiene subsidios agrícolas masivos, llamados Política Común Agrícola, por un total de 41 mil millones de dólares al año, o sea de 14 mil dólares anuales por cada agricultor europeo.

Tales subsidios impiden que los campesinos no europeos puedan competir, ante los artificialmente bajos precios que resultan del subsidio. Esos subsidios también provocan inmensos excedentes agrícolas, de los cuales los europeos se deshacen volcándolos en el mercado internacional, deprimiendo deslealmente los precios y poniendo en peligro la supervivencia de los campesinos no subsidiados de los países en desarrollo. Una de esas locuras es el hecho que la UE gasta 3 mil millones de dólares al año subsidiando el azúcar de remolacha y, al mismo tiempo, le fija un alto arancel a la muy barata azúcar de caña de los países pobres.

Aunque Estados Unidos y otros países subsidian también a sus agricultores, la UE es quien más daño hace, al concentrar alrededor de un tercio del proteccionismo mundial. El CNE calcula que esas políticas de la UE causan la muerte de 6.600 personas al día, 275 cada hora.

Los economistas saben desde hace más de 200 años que el libre comercio beneficia a todos y no se trata de un juego suma-cero. La paradoja es, además, que el libre comercio no sólo beneficiaría al mundo en desarrollo sino también a la UE, a EEUU y al resto de los países que subsidian su agricultura. Como bien lo explican los autores del informe del CNE, “las políticas agrícolas de la UE perjudican a los campesinos del mundo en desarrollo. Dañan a los consumidores en Europa al aumentar los precios de los alimentos. Afectan a los productores europeos no-agrícolas al desviar ingresos que en circunstancias normales no se gastarían en alimentos… Los grandes beneficiarios son las grandes empresas agrícolas, además de los políticos y burócratas que supervisan todo el sistema”. Lo mismo se aplica a EEUU.

No nos debe sorprender esa hipocresía política europea. Después de todo, son los mismos políticos que inventaron el destructivo concepto de “la dañina competencia en impuestos”, que es otra forma de perjudicar a los demás países desarrollados y subdesarrollados. La reducción de la competencia en impuestos significa mayores impuestos al capital y, por consiguiente, menores inversiones, más desempleo, caída del nivel de vida y mayores impuestos sobre las herencias.

El terrorista es aquel que por su mente enferma mata a civiles inocentes. ¿Cómo debemos llamar a los políticos que fomentan el proteccionismo y quieren destruir la competencia en los impuestos, todo lo cual también mata a muchísima gente, especialmente a niños inocentes?

Richard W. Rahn es presidente de Novecon Financial y académico asociado del Cato Institute.

© AIPE

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