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Federico Jiménez Losantos

Ni justicia, ni equidad, ni vergüenza

La bofetada del Tribunal Supremo al Tribunal Constitucional, que tan solícito se mostró en proteger a dos de los mayores estafadores de la España contemporánea (pocos han superado los cuatro mil millones de antiguas pesetas asaltando el bolsillo del prójimo) deja al Gobierno en situación harto comprometida, pese a la asombrosa indolencia de la izquierda, que últimamente andaba ferocísima. Será porque, además de frecuentar al Rey y a Aznar, los Albertos son buenos amigos de Polanco y eso enerva, paraliza y adormece la iniciativa del PSOE, que muestra más preocupación por la eliminación del Impuesto de Sucesiones que por esta clamorosa evidencia de que la Justicia, esta vez sí, trata a los multimillonarios con distinto rasero que a los indigentes. En rigor, la Justicia, el Gobierno y la oposición están tratando a los famosos primos con guante blanco, tal vez por entonar con la metáfora de su estilo delictivo.

Pese a los lamentos de una de las últimas esposas de uno de los primos, que daba por arruinada su “vida social”, los Albertos están aprovechando muy bien el tiempo que el Constitucional les regala. Sometidos a un régimen de riguroso aislamiento en la Costa Azul, han sabido arañar horas suficientes al tórrido verano para disfrutar del yate de Abel Matutes, ese abnegado mercedario de la plutocracia, o para birlarle a Florentino Pérez la viceprimacía en el accionariado de ACS. El obligado eclipse al frente del Banco Zaragozano no ha sido obstáculo para tan formidable operación financiera. ¡Será por dinero!

Es difícil saber qué hará Aznar tras el pronunciamento del Supremo, o qué le pedirá que haga a Mariano Rajoy, el candidato no del todo cándido. Dados los antecedentes, es muy de temer que no hagan absolutamente nada. Pero no hacer nada será, por omisión, hacer mucho. Y para muchos, demasiado.

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