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Duane D. Freese

Greenpeace promueve el hambre

La campaña de Greenpeace de confrontaciones e intimidación en América Latina quedó muy clara en Cancún. Durante la cumbre comercial, dos activistas de Greenpeace se amarraron a un barco para impedir la descarga de maíz importado en el puerto de Veracruz.

Greenpeace anunció que estaba así protegiendo a los campesinos tradicionales de México y haciendo cumplir el Protocolo de Cartagena de la ONU. Ese nuevo pacto permite a los países rechazar productos agrícolas extranjeros que hayan sido genéticamente modificados, aunque no haya ninguna evidencia científica de peligro alguno.

Indudablemente, los productores mexicanos de maíz quedaron contentos. Menos competencia significa precios más altos. Las víctimas son los consumidores pobres de México, especialmente aquellos que no comen adecuadamente. Greenpeace así ataca las bases del NAFTA, el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el cual ha tenido gran influencia en reducir el desempleo en México al 2,1%.

El claro mensaje proteccionista de Greenpeace es el siguiente: déle la espalda a las tecnologías modernas si ellas compiten con sus tecnologías anticuadas. No se adapte. No cambie.

En Brasil, Greenpeace cabildea constantemente para mantener leyes y regulaciones que impiden la producción de soja genéticamente mejorada. Eso logra situar a Brasil –el segundo mayor productor de soja del mundo– en clara desventaja frente a los Estados Unidos, como declaró a la prensa el Dr. Fernando Reinach, biólogo molecular de la Universidad de Sao Paulo. Argentina, por su parte, es uno de los principales exportadores de alimentos genéticamente mejorados y esta guerra declarada por Greenpeace y otros activistas verdes dificultarán las exportaciones argentinas, que ahora son vitales para recuperar su economía, aplastada por infames gobiernos.

En América Latina y el Caribe, 54 millones de personas sufren de mala nutrición. Para mejorar esa situación es indispensable modernizar la producción de alimentos. Las nuevas tecnologías genéticas son una herramienta indispensable no sólo para incrementar el volumen de las cosechas, sino también para aumentar el contenido de proteínas, hacer los alimentos más fáciles de digerir y reducir la utilización de insecticidas químicos que tienden a contaminar las aguas.

Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace que se ha convertido en uno de sus mayores críticos, mantiene que los cultivos genéticamente mejorados son mucho más resistentes a las enfermedades, reducen la erosión y, al lograr mayores cosechas, requieren menos espacio y, por lo tanto, hacen innecesaria la tala de bosques para ampliar los campos sembrados. Moore acusa a sus antiguos compañeros de Greenpeace de haber rechazado políticas consensuadas y el desarrollo sostenible para dedicarse a la politiquería izquierdista, creciente extremismo y perenne confrontación.

Si los consejos de Greenpeace son instrumentados por las naciones latinoamericanas, aumentará el hambre y la miseria, a la vez que la agricultura de esas naciones se hará cada vez menos competitiva en los mercados internacionales.

La agenda en contra del libre intercambio comercial y contra los modernos adelantos científicos por parte de Greenpeace no beneficia a nadie, pero sí perjudica a los más débiles.

Duane D. Freese es analista de TechCentralStation.com

© AIPE


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