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Johan Norberg

Proteccionismo mortal

De regreso a casa, después de unas vacaciones, pasé frente a tres centrales azucareros. Lo sorprendente es que pasé mis vacaciones en el sur de Suecia, que está tan al norte como Alaska. Suecia tiene un verano muy corto y la tierra se congela durante varios meses cada año. Por eso el ganado debe ser resguardado bajo techo casi todo el tiempo y nadie diría que es el país ideal para la agricultura.

Sin embargo, los agricultores suecos y los demás que viven en la Unión Europea gozan de una vida muy confortable a expensas de Europa del Este, América Latina y Africa. La razón es que la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea (UE) fue diseñada para proteger a nuestros agricultores de la competencia mundial.

PAC utiliza cuotas y aranceles de varios cientos por ciento para impedir la importación de alimentos extranjeros. Esto conlleva a inmensos excedentes agrícolas que se acumulan y tienen que ser utilizados o destruidos. Entonces, la UE se deshace de ellos, lanzándolos con subsidios para la exportación a países pobres y haciendo así aún más daño a los agricultores del mundo no industrializado.

Para citar un caso de este pillaje, PAC y los subsidios a la producción nacional hacen rentable que las empresas suecas procesen azúcar de remolacha. Una cucharadita de azúcar en una taza de café en Suecia cuesta más del doble que azúcar de caña, pero la producción sobrante la exportamos, vendiéndola a una cuarta parte de su costo.

El proteccionismo de la UE no es único. Estados Unidos y otros países ricos tienen sistemas similares. Las barreras a las importaciones son especialmente crueles con los países en desarrollo. Los aranceles occidentales sobre productos manufacturados son 30% por encima del promedio mundial.

Los aranceles no son uniformes sino que aumentan según cuán procesado es el producto. Los productos parcialmente procesados confrontan, en promedio, un arancel 20% más alto que las materias primas. Y los productos terminados 50% más. Para explicarlo en términos sencillos: los países en desarrollo pueden exportar frutas, pero no la mermelada que hacen con sus frutas.

La credibilidad del gobierno de Estados Unidos sufrió un rudo golpe con el arancel que aplicó recientemente a las importaciones de acero. Además, el Congreso de EEUU aprobó una ley agrícola proteccionista. Por ello su retórica no es tomada en serio.

Pero el proteccionismo europeo es aún más dañino. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el proteccionismo europeo despoja a los países pobres de unos 700 mil millones de dólares al año en ingresos por exportaciones. Eso equivale a casi 14 veces lo que los países pobres reciben en ayuda extranjera.

El proteccionismo europeo es una verdadera tragedia, causante de hambre, enfermedades y miseria. La cortina de hierro entre Occidente y Oriente ha sido reemplazada por una barrera aduanal que separa al Norte del Sur.

El proteccionismo de la UE afecta también a los europeos, costándoles casi mil millones de dólares diarios. A ese costo se podrían enviar todas las vacas de los países industrializados, por avión y en clase de negocios, en un viaje alrededor del mundo cada año. Además, sobraría dinero para darle a cada vaca 3 mil dólares para que se los gasten en las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos.

Nosotros les decíamos al resto del mundo de las ventajas del libre comercio, pero toda esa gente se está dando cuenta que nuestros mercados están fuera de su alcance y no debe sorprendernos que nos llamen hipócritas y se opongan a la globalización.

Cuando George W. Bush era candidato presidencial dijo: “Tengo la intención de trabajar para eliminar barreras y aranceles en todas partes, de manera que el mundo entero pueda comerciar libremente. Los miedosos son los que construyen muros. Los confiados los tumban”. ¿Qué está haciendo?

Johan Norberg es académico de Timbro y analista de TechCentralStation.com

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