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Gary S. Becker

La fuerza de la productividad

Durante casi todo el año 2002 y comienzos del 2003, muchos empresarios y académicos pesimistas, al igual  que políticos demócratas y comentaristas, se mostraron preocupados por el desplome de la economía de Estados Unidos. Hoy resultan divertidas las comparaciones hechas entre nuestra economía y el muy largo estancamiento japonés, indicando que íbamos a causar una depresión mundial.
 
Como los índices de precios se mostraron a la baja por un corto periodo de tiempo, algunos funcionarios de la Reserva Federal temían que la deflación nos afectaría. También se hacía énfasis en la caída del empleo y el aumento del desempleo desde niveles por debajo de 4% en los años 90 hasta el 6,4%.
 
Sin embargo, yo seguía argumentando que los pesimistas ignoraban factores cruciales que mantenían un rendimiento económico impresionante, a pesar de la recesión y de la lenta recuperación. EE.UU. había estado expuesto a fuertes golpes que hubieran hundido a economías más débiles. Todo comenzó con el colapso de la burbuja tecnológica, fomentada por expectativas irreales que dispararon a alturas ridículas el precio de las acciones e inversiones en varias industrias. Luego tuvo lugar el mortal e inesperado ataque del 11 de septiembre, seguido por la guerra contra los talibanes y Al-Qaeda en Afganistán, la guerra en Irak y una difícil ocupación posterior. También influyeron los fraudes contables en Enron, WorldCom y otras empresas que afectaron a la confianza del mundo en las empresas norteamericanas.
 
Sin embargo, la recesión que comenzó en marzo de 2001 duró apenas ocho meses. La posterior recuperación fue lenta, algo nada inusual y la producción aumentó a lo largo de toda la misma. Lo más preocupante fue la fuerte caída del empleo, aunque ésta fue menor que en la mayoría de las recesiones anteriores.
 
Los pesimistas se equivocaron porque no lograban ver en esos tiempos malos una estadística muy positiva: la rápida mejoría en la productividad. La productividad suele decaer fuertemente durante las recesiones y al comienzo de la recuperación, en parte por la capacidad no utilizada en equipos, plantas  y trabajadores. Aunque la productividad aumentó por encima de lo normal entre 1995 y 2000, luego se aceleró en lugar de caer durante la recesión y la recuperación. La productividad laboral en el tercer trimestre de 2003 aumentó en 9,45% anual, el mayor aumento trimestral en décadas.
 
Ese crecimiento de la productividad es la medida clave y refleja la inmensa fuerza de nuestra economía. Su base principal es el espíritu y dinamismo empresarial, la flexibilidad laboral y un mercado relativamente libre y abierto que permite que la economía se beneficie de la revolución tecnológica producida por las computadoras, Internet, las comunicaciones inalámbricas, la biotecnología y otras grandes innovaciones recientes. Los criticados recortes de impuestos de Bush ayudarán a que la economía crezca rápidamente, aunque jugaron un papel limitado en la recuperación.
 
Es difícil predecir el desempeño de la economía a corto plazo, pero los lectores esperan que los economistas usen una bola de cristal y digan a principios del año cómo se desarrollará la economía. Yo creo que la productividad y la producción aumentarán a paso rápido, aunque por debajo de lo alcanzado en el tercer trimestre del año pasado. El empleo seguirá mejorando y el desempleo caerá muy por debajo de la actual tasa ligeramente inferior al 6%.
 
De lograrse, será muy beneficioso para el resto del mundo, a medida que la industria y los consumidores norteamericanos importan más bienes, materias primas y equipos de capital. Pero más importante aún, demostrará que nada en las condiciones económicas modernas impiden el crecimiento de la producción y de la productividad en Europa, Japón y las demás economías ricas.
 
Son las tontas políticas reguladoras, de impuestos y bancarrota, no las subyacentes fuerzas económicas, las que causaron el estancamiento en la última década. Son buenas señales las recientes liberalizaciones del mercado laboral y de los impuestos en Alemania y algunos otros países europeos, junto con la gradual voluntad de Japón en encarar su crisis bancaria y excesivo peso regulador. Estos países también pueden comenzar a aprovechar mejor el potencial de las tecnologías y el conocimiento moderno.
 
© AIPE
 
Gary S. Becker,Premio Nobel 1992, es profesor de economía de la Universidad de Chicago y académico de Hoover Institution.

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