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Carlos Ball

El problema con el petróleo

Los consumidores estamos pagando precios excesivos en la gasolina debido a que los gobiernos meten la mano en lo que no deben y dejan de meterla cuando sí es su obligación actuar.
 
Es cierto que la demanda petrolera ha aumentado por el auge de la economía china y la recuperación de la economía de Estados Unidos, al tiempo que no ha sucedido lo mismo con la oferta porque los países industrializados siguen permitiendo que la OPEP opere impunemente, cuando los políticos siguen haciendo ruido en contra de otros supuestos carteles y monopolios que nos hacen un daño mínimo en comparación con la mafia petrolera que maneja a la OPEP.
 
En el caso de Estados Unidos se debe al viejo temor del Departamento de Estado a ofender a la familia real saudita, que siempre ha gozado de la amistad y apoyo de Washington, sin sentirse con obligación de pagar los favores recibidos. Arabia Saudí tiene las mayores reservas petroleras del mundo y podría fácilmente suministrar todo el petróleo que se necesita, pero tales decisiones las toman en función de lo que conviene a la dictadura real saudita y no lo que convendría a su población y al resto del  mundo.
 
La mayoría de los países petroleros tienen malos gobiernos y peores políticas. En Rusia, Vladimir Putin metió preso a Mikhail Khodorkovsky, el más rico y exitoso de los nuevos empresarios petroleros, con lo cual golpeó gravemente la confianza de los inversores extranjeros. En Nigeria, el mayor productor petrolero de Africa, predominan los desórdenes y la violencia. En Irán, el gobierno islámico fundamentalista ha cerrado las puertas a las inversiones extranjeras. En Irak, los terroristas islámicos destruyen oleoductos. A eso mismo se dedicaba en los años 60 el ex terrorista que Hugo Chávez nombró presidente de Petróleos de Venezuela, Alí Rodríguez, y quien previamente desempeñó el cargo de secretario general de la OPEP. Eso es como si en EEUU los Soprano fueran presidentes de ExxonMobil y de la Cámara de Comercio. Tal cosa no sería aceptable, pero no parece preocupar mucho que un ex terrorista y comunista dé las órdenes en Citgo, filial de Petróleos de Venezuela y el mayor vendedor de gasolina al por menor en Estados Unidos. 
 
La producción petrolera de Venezuela ha caído en más de medio millón de barriles diarios desde que Chávez destituyó a unos 19.000 técnicos y empleados de la empresa petrolera estatal, reemplazándolos por sus secuaces y partidarios sin experiencia alguna en esa sofisticada industria. Derrames petroleros en el Lago de Maracaibo y explosiones en las refinerías ocurren a cada rato, sin parecer preocupar mucho a los activistas verdes y a quienes a diario tratan de asustarnos con el recalentamiento global. 
 
Mientras tanto, en Estados Unidos se ha duplicado el margen de ganancia entre el precio del petróleo crudo y la gasolina refinada. Es la intervención gubernamental lo que infla indebidamente las ganancias de las empresas petroleras, mientras nos golpea el bolsillo a todos los consumidores. Las regulaciones ambientales y otras dificultades en obtener permisos han imposibilitado la construcción de nuevas refinerías. La última refinería construida en EEUU inició operaciones en 1976, mientras que sólo en el estado de California, donde las restricciones ambientales son más duras, cerraron 10 refinerías entre 1985 y 1995.
 
Sí, es cierto que Chávez, la casa real saudita y los terroristas han logrado que se dispare el precio del petróleo, pero los políticos, gobernantes y burócratas de EEUU también han contribuido a la crisis tratando con guantes al cartel de la OPEP, mientras aparentan favorecer a la gente con exageradas regulaciones ambientales.
 
© AIPE
 
Bruce Bartlett es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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