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Carlos Ball

Salario mínimo, desempleo máximo

Si el salario mínimo se fija por encima de lo que esos trabajadores pueden aportar al empleador, no conseguirán el puesto y se verán obligados a dedicarse a algún trabajo informal.

Se planea una consulta en noviembre a los votantes de Florida para aumentar el salario mínimo en un dólar, a $6,15 la hora. El argumento es que el salario mínimo promulgado por el gobierno federal no ha cambiado desde 1996, razón por la cual debe ajustarse ahora, incluyéndolo como una enmienda de la constitución estatal.
 
Las intenciones pueden ser las mejores, pero existe hoy el virtual consenso entre los economistas que el salario mínimo o es muy bajo y no sirve para nada o es muy alto y perjudica a los más débiles, es decir, a jóvenes sin experiencia y a quienes menos educación tienen, impidiéndoles conseguir su primer empleo. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los aumentos del salario mínimo en 1991 y 1992 causaron la caída en 12% del empleo de jóvenes menores de edad. Otras estadísticas muestran que son relativamente pocos quienes ganan por mucho tiempo el salario mínimo.
 
En Estados Unidos, muchas de las personas que ganan el salario mínimo son jóvenes no necesariamente de familias pobres, pero que están estudiando y paralelamente trabajan algunas horas a la semana para cubrir sus gastos y ganar experiencia. Otro grupo grande de trabajadores que gana el salario mínimo son inmigrantes recién llegados que hablan poco inglés pero que necesitan urgentemente conseguir ese primer empleo. Si el salario mínimo se fija por encima de lo que esos trabajadores pueden aportar al empleador, no conseguirán el puesto y se verán obligados a dedicarse a algún trabajo informal. Nadie es informal voluntariamente. La informalidad, en todas partes del mundo, es causada por malas leyes y exceso de regulaciones.
 
Por su parte, el candidato John Kerry declaró que el salario mínimo debe aumentarse a 7 dólares la hora. Si se trata de algo tan bueno, ¿por qué no fijarlo en 20 o 25 dólares la hora?
 
El salario mínimo fue inventado en Australia y ha sido legislado en EEUU desde 1938, cuando se fijó en 25 centavos la hora. Seguidamente, entre 30 mil y 50 mil personas perdieron su empleo. El problema es que los políticos pueden fijar el salario mínimo, pero no pueden garantizar el empleo. Claro que la gran mayoría de los trabajadores no depende del salario mínimo, pero es la minoría de más escasos recursos y menor entrenamiento a la que entonces se le cierran las puertas al empleo formal. Según una encuesta del "American Economic Review" del año 1978, 90% de los economistas aseguraban que el salario mínimo aumenta el desempleo de trabajadores no especializados.
 
El New York Times, quizás en apoyo a Kerry, ha cambiado su posición con respecto al salario mínimo, pero en su editorial del 17 de agosto de 1977 mantenía tajantemente que "el resultado básico de un aumento del salario mínimo… sería intensificar la cruel competencia entre los pobres por escasos trabajos… la legislación de salario mínimo no tiene lugar en una estrategia para eliminar la pobreza". La posición de ese diario fue aún más radical en su editorial del 14 de enero de 1987, bajo el título "El salario mínimo correcto: $ 0,00". Luego, en el editorial del 5 de abril de 1996, el New York Times mantenía que aumentar 90 centavos el salario mínimo eliminaría 100.000 puestos de trabajo.
 
Muchos de los trabajadores contratados con los sueldos más bajos reciben entrenamiento de las empresas y, según su dedicación y habilidades personales, pronto saltan a mejores cargos dentro de la organización. Pero si las empresas se ven obligadas a pagar mayores salarios mínimos dejan de contratar trabajadores sin experiencia y suprimen los entrenamientos porque entonces les resultan demasiado costosos.
 
Según el premio Nobel de economía Gary Becker: "Hasta un mago tendría dificultad en negar la ley económica que un mayor salario mínimo reduce el nivel de empleo. Como los políticos no son magos, no deben tratar". Mientras que la profesora de economía Linda Gorman afirma que bajo las ilógicas leyes de salario mínimo, los trabajadores tienen el derecho a seguir siendo desempleados, pero no tienen el derecho a conseguir empleo vendiendo su trabajo por debajo del salario mínimo.
 
No hay duda que lo peor que pueden hacer los legisladores estatales de Florida en contra de los trabajadores es aumentar el costo de operación a empresas que entonces preferirán establecer sus plantas y sucursales en otros estados donde el costo de operar es menor. Si no lo creen, que se asomen a ver lo que ha estado sucediendo en California versus los estados vecinos y en la vieja Europa versus los nuevos miembros de la Unión Europea.
 
© AIPE
 
Carlos Ball es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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