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Jenifer Zeigler

9 billones de dólares no han acabado con la pobreza

Si la educación, la prevención de los embarazos precoces y el empleo son las soluciones a la pobreza, necesitamos a un candidato presidencial que promueva esas iniciativas

Esta semana, durante la Convención Nacional Republicana, se está hablando mucho de dinero: aumentos de sueldos para los bomberos, dinero para reconstruir a Irak, dinero para la campaña electoral, etc. Lo que no mencionan los candidatos ni los analistas es la cantidad de dinero que se ha gastado en la llamada “guerra contra la pobreza” a lo largo de 40 años: 9.000.000.000.000 de dólares (9 billones en español o 9 trillones en inglés).
 
Sin embargo, el reciente informe de la Oficina del Censo reportó un aumento de la pobreza en Estados Unidos. Entonces, ¿qué proponen los candidatos?
 
Bueno, ambos candidatos creen que la solución es más dinero para programas sociales. Desde el año 2000, la Asistencia Temporal para Familias Necesitadas ha aumentado 6%. Y ¿qué logramos con ese aumento? Una mayor tasa de pobreza. Entonces es obvio que gastar más dinero en programas sociales no es la solución.
 
La mejor manera de reducir la pobreza es convencer a la gente que evite ser pobre, completando sus estudios de bachillerato, posponiendo tener hijos y consiguiendo trabajo, cualquier trabajo. Aquellos que no obtienen su título de bachiller tienen tres veces más posibilidades de ser pobres. La causa más frecuente de no seguir los estudios es por tener hijos fuera del matrimonio. Las jovencitas que salen en estado sin casarse inician una vida de dependencia que es muy difícil superar, especialmente si siguen teniendo hijos. Más de la mitad de la asistencia económica gubernamental va a madres solteras que tuvieron su primer hijo antes de la mayoría de edad.
 
Conseguir trabajo parece una medida de sentido común contra la pobreza. Claro que no todos los empleos pagan sueldos de clase media. Sin embargo, todos los empleos proveen experiencia, lo cual conduce a mejores empleos. El puesto que paga el salario mínimo puede no ser el camino para convertirse en gerente, pero así se demuestra ser un trabajador confiable que puede aprender sus obligaciones, lo cual un futuro empleador sabrá apreciar.
 
A pesar de que se trata de sentido común, el Partido Demócrata rehúsa apoyar reformas a la asistencia pública que hagan énfasis en trabajo y experiencia. Prefieren gastar el dinero enviando a las madres solteras a tomar cursos que nada tienen que ver con la demanda de mano de obra ni con lo que los empleadores buscan. El Partido Republicano malgasta el dinero en programas que persiguen al matrimonio de las madres solteras, sugiriendo que al convertirse en parejas de algún modo saldrán de la pobreza.
 
Si la educación, la prevención de los embarazos precoces y el empleo son las soluciones a la pobreza, necesitamos a un candidato presidencial que promueva esas iniciativas. La reforma educacional, incluyendo la libre opción sobre dónde estudiar, daría una oportunidad real a los jóvenes de comenzar a competir en un campo nivelado, evitaría que tantos dejaran sus estudios y aportaría una fuerza de trabajo competitiva. Programas de prevención evitaría que tantas muchachas jóvenes tuvieran hijos antes del matrimonio. Y, finalmente, el crecimiento de los puestos de trabajo es el resultado de una economía dinámica. Impuestos más bajos, menos regulaciones al comercio y a la industria y más libertad para el comercio internacional producirían los puestos necesarios para escapar de las amarras de la pobreza.
 
Por lo tanto, debemos escuchar cuidadosamente las soluciones a la pobreza que ofrecen los candidatos a la presidencia y desconfiemos de las fracasadas promesas de lanzar más dinero al problema. Eso simplemente no funciona. 
 
© AIPE
 
Jenifer Zeigler es analista de políticas de bienestar del Instituto Cato

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