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Eduardo Ulibarri

El motor del comercio mundial

Lo primero es reflejo y resultado directo de la globalización, incontrolable a escala nacional, pero que, así como plantea desafíos, ofrece enormes oportunidades

El vigoroso desempeño económico de nuestro hemisferio durante el 2004 ha puesto en evidencia lo que aún muchos enemigos de la globalización se niegan a reconocer: que el comercio internacional y las políticas macroeconómicas responsables son aliados vitales del desarrollo humano.
 
Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), los países de la región terminarán el año con un crecimiento promedio del 5,5 por ciento en relación con el 2003. Como resultado, el número de pobres bajará en cuatro millones, una cifra modesta si se la compara con la impresionante reducción de la pobreza en el sur y este de Asia, pero importante como cambio en la tendencia latinoamericana.
 
El aumento en la producción estimado por CEPAL es el mayor de los últimos 24 años. Más importante aún, ha ocurrido precisamente cuando el petróleo alcanzó los precios más elevados desde las crisis de abastecimiento de 1973 y 1979.
 
En esa época, el alza en el crudo implicó una recesión económica generalizada, produjo la gran crisis de la deuda externa y nos condujo a la "década perdida", en los ochenta.
 
En este año, la situación ha sido totalmente distinta, en especial para los países en vías de desarrollo: el Banco Mundial estima su crecimiento en un 6,1 por ciento, el mayor en 30 años.
 
¿Qué explica el cambio y la mejora económica mundial, pero particularmente latinoamericana?
 
Los expertos más serios enfatizan en cuatro causas principales:
- El aumento de precios de una amplia gama de productos básicos (desde la soja hasta el café), en los que América Latina es particularmente competitiva.
- El dinamismo de la economía china (voraz importadora de varios de esos productos) y el mayor crecimiento de Estados Unidos, Japón y Europa, destinos de la mayoría de nuestras exportaciones.
- El incremento en los flujos de inversión hacia los principales mercados latinoamericanos.
- El efecto de políticas económicas más sensatas, con muchos elementos del vilipendiado "consenso de Washington", como responsabilidad fiscal, apertura de capitales y flexibilidad en el tipo de cambio.
- El elemento común de todos estos factores es la mezcla de una economía mundial más dinámica e integrada, con la habilidad de aprovecharla para beneficio propio.
 
Lo primero es reflejo y resultado directo de la globalización, incontrolable a escala nacional, pero que, así como plantea desafíos, ofrece enormes oportunidades. Lo segundo, por ello, depende de la capacidad y responsabilidad que cada país tenga para dinamizar las ventajas y neutralizar las desventajas de un mundo económicamente más amplio y, a la vez, compacto.
 
Para los que, como Venezuela o Argentina, simplemente se beneficiaron en el 2004 de la mayor demanda externa, pero no tomaron decisiones fundamentales para mejorar su manejo económico interno, la fiesta durará muy poco. Y, probablemente, sus gobernantes aumentarán las críticas contra la globalización y el "neoliberalismo" para justificar sus propios fallos.
 
Pero los que, como Chile, Brasil, México y Perú, han caminado en pos de la integración mundial y la responsabilidad nacional, probablemente seguirán su avance, convertidos en actores más plenos y positivos de la inevitable globalización.
 
Como ellos, serán los que entiendan las nuevas realidades y tomen las medidas para potenciarlas, los que tendrán mejores posibilidades de absorber desajustes externos, integrarse al mercado mundial, crecer económicamente, reducir más la pobreza, mejorar la equidad y dar a sus pueblos una vida mejor. De esto se trata, en última instancia, el verdadero desarrollo.

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