El secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado, aprueba la intervención en los planes privados de pensiones de modo de reducirlos sólo a rentas vitalicias, y suprimir algo que ha sucedido hasta hoy: “La mayor parte de las personas que suscribían estos planes cobraban todo al final en un solo pago y se compraban un chalé en la costa”. ¡Hasta ahí podríamos llegar!
Se aprecia en don Octavio la despreocupación por la inseguridad jurídica y el frenesí de controlar a la gente, hasta la negación de los efectos de la intervención pública, como si la ciudadanía no respondiera a incentivos creados sólo por dicha intervención. Se dice, así, que la reforma de las prejubilaciones repara el comportamiento siniestro de las empresas privadas, y no los alicientes que el propio sistema público generó en dichas empresas. En el mismo sentido, las autoridades lamentan que los pensionistas tomen decisiones libremente cuando ellas mismas los estimularon a hacerlo.
Pero el presentar el chalé como el paradigma de la decisión perversa tiene un interés adicional. Don Octavio Granado no les reprocha a los pensionistas sólo obedecer las señales que el propio Gobierno emite, y ahorrar para capitalizarse, sino particularmente el convertir ese capital en un chalé.