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Carlos Rodríguez Braun

Millás no sabe

no son sindicalistas sino burócratas, porque desde hace muchos años los trabajadores no se afilian a los sindicatos sino que son obligados a financiarlos por ley. Y todavía Millás no lo sabe.

Juan José Millás dice en El País: “De hecho, no sabemos quien manda en el mundo, si los gobiernos o las grandes corporaciones”. La idea de que la política está a merced de la economía es una patraña tanto más asombrosa porque su generalización en el último siglo ha corrido paralela a un inédito crecimiento del Estado.
 
Así, ante una foto en la que José María Cuevas, el presidente del sindicato empresarial, aparece como si estuviera manipulando a José Luis Rodríguez Zapatero cuando acudió a almorzar a la CEOE, Millás se arrebata en una corrección política incapaz de reconocer que el único poder genuino es el político, porque es el único que ostenta la coacción legal. Y si algunos empresarios tienen un poder análogo es sólo porque lo han recibido de la política o la legislación.
 
Tras desbarrar demagógicamente sobre lo malo que sería liberalizar los contratos de trabajo, como si el franquista encarecimiento del despido resultara progresista, concluye Millás reiterando su ignorancia: “No sabemos quién pagó la comida, pero no nos extrañaría que le hubiera pasado la factura a los sindicatos”. No, don Juan José, no hay ninguna factura que en realidad paguen los sindicatos, tan hijos del privilegio como Cuevas, que está tan lejos de ser un amigo de la libertad como Zapatero, o como Fidalgo o Méndez, que no son sindicalistas sino burócratas, porque desde hace muchos años los trabajadores no se afilian a los sindicatos sino que son obligados a financiarlos por ley. Y todavía Millás no lo sabe.
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