El programa de Gobierno presentado por la Gran Coalicion que regirá los destinos de Alemania los próximos años ha dejado, al menos, una cosa bien clara: la lucha por el poder sobre la economía entre el Estado y el sector privado se intensificará hasta cotas aún insospechadas.
Se endurece el tono de las declaraciones. En Alemania podemos escuchar extraños mensajes de dudosa interpretación para un liberal. Frente a los duros comentarios del empresariado alemán respecto al “Acuerdo de Gran Coalicion” ("esto no empieza bien", "es veneno para la coyuntura"), reacciona el establishement del SPD, tan criticado en las últimas semanas, con formas rudas, al borde del improperio. El futuro ministro de Hacienda, Peer Steinbrück, comienza hablando de la "pérdida de perspectiva" que se intuye tras las declaraciones de los patronos, para terminar atacando: se han dejado mezclar en un debate "que apenas sí puede ser más absurdo, por ignorante". El colega de partido Matthias Platzeck no dudó en usar el mismo tono, al acusar a los representantes de la patronal germana de fomentar la "cultura del miedo" para criticar un acuerdo de cuyos entresijos ignorarían, según él, casi todo.
Pero no solamente desde la izquierda de la coalición sonaron los tambores de guerra. La nueva Canciller, Angela Merkel, no dudó en exigir de los empresarios "más respeto ante la política y los políticos", olvidando la retórica de la campaña electoral, cuando aún hablaba de deconstrucción del Estado y fomento y desarrollo de las fuerzas económicas civiles. Para terminar de redondear el cuadro, desde Baviera, Edmund Stoiber nos devuelve a la realidad intervencionista con una frase visceral: "(los empresarios) despiden a miles de personas, nos los dejan abandonados ante la puerta de casa como si ellos no tuviesen nada que ver en el asunto y entonces se dedican a criticar lo que hacemos”. Los observadores liberales estamos sorprendidos.
Se adivina ya la línea de conflicto que delimitará los debates durante los próximos años. Por un lado están los estatalistas, los agentes del Estado y los dependientes del Estado que creen amenazadas sus exigencias bajo la presión de la escasa competitividad de la economía alemana. Enfrente encontramos a los representantes de la economía, los ciudadanos, los contribuyentes y los empresarios que ven como aumenta la presión fiscal sobre ellos para mantener un Estado que no deja de gastar más de lo que debe e infinitamente más de lo que puede. Y lo que hemos podido ver de los textos de la nueva Gran Coalición, no servirá para difuminar esos frentes. Al contrario. La retórica del curso ya fijado por el Contrato de la Coalición va claramente en la línea de mejorar la "capacidad de acción del Estado", como si no estuviese sobradamente demostrado que el Estado en Alemania es un monstruo incapaz de administrarse.
Parte inherente de la retórica estatalista en Alemania es y ha sido siempre la promesa de que la presión fiscal sólo puede tender a disminuir. Resulta que tal premonición sólo ha sido realidad durante un corto período de tiempo a mediados de los noventa y al principios de este milenio. Por otro lado, los ingresos por impuestos aumentan tercamente y alcanzarán, según los expertos y gracias al aumento del IVA, valores máximos de cerca de 500 mil millones de Euros el próximo año. La tendencia ha sido sólo ascendente. Si hace 30 años los Estados Federados y los Municipios ingresaban solamente 79 mil millones de euros, en 1990 los ingresos eran ya de 281 mil millones de Euros. Tras la reunificación, en 1995 el Estado ingresaba 416 mil millones de Euros.
En el otro lado de la balanza, el endeudamiento del Estado alemán ha pasado de menos de 200 mil millones de Euros en los años ochenta a los más de 1,4 billones actuales lo que deja en bastante mal sitio los argumentos esgrimidos por Merkel, Steinbrück o Stoiber para defender al Estado y pedir respeto por las decisiones de los políticos en cuestiones de economía.
Alemania no sufre bajo la prepotencia de sus empresarios, sino bajo la desidia ignorante de sus políticos, cuya única solución al problema, aparentemente, consiste en la mayor subida de impuestos de la historia alemana de la posguerra. El aumento del Impuesto sobre el Valor Añadido previsto para el 1 de enero de 2007 hasta el 19 % aporta 24 mil millones de Euros al año al fisco germano. Dos tercios de ese dinero se dedicarán exclusivamente al saneamiento (es decir, a saldar deudas) de la Federación y de los Estados Federados. La tercera parte restante se utiliza para reducir el coste de la contribución por seguro de desempleo. Como además, la desgravación fiscal más importante se reduce al seguro de incapacidad-vejez y al seguro de enfermedad, podemos concluir sin miedo que el aumento en el IVA terminará dedicado casi en exclusividad al saneamiento presupuestario. El IVA no solo afecta al consumidor, afecta también a las empresas, que verán cómo sus precios finales se disparan sin obtener beneficios a cambio. Eso debilita sobre todo a las pequeñas y medianas empresas que dependen del mercado interior.
El ideario de “la política y los políticos al servicio de los ciudadanos” predicado demagógicamente por Angela Merkel en la campaña electoral parece haber encontrado sus fronteras justamente allí donde el Estado ve amenazados sus intereses.
Pero la vida continúa. Los nuevos coaligados se organizan, nacen nuevos pactos, se entablan nuevas amistades. Los políticos de CDU, CSU y SPD, que durante la campaña electoral tan vehementemente se enfrentaban, ahora deben gobernar juntos.
El martes, a eso de las 10 de la mañana, Angela Merkel fue votada e investida por CDU y SPD como Canciller Federal. Para el día siguiente ya tuvieron lugar sendas visitas relámpago a París y Bruselas, el jueves se encontrará con Tony Blair en Londres, durante una cena diplomática. Merkel quiere que el ministro de Exteriores, Walter Steinmeier, la acompañe. Y puede que asistamos a la primera discusión interna de la novísima Coalición: Steinmeier ya ha hecho saber a los periodistas que no prevé de ninguna manera colaborar en una línea de política exterior que sea radicalmente diferente a la seguida bajo Schröder.
El consejero de asuntos exteriores del despacho de Merkel, Christoph Heusgen, lo ve de forma completamente diferente. Éste coincide con Javier Solana en la necesidad de plantear nuevos acentos en las relacione políticas con Rusia. ¿El primer punto de ruptura?