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Carlos Rodríguez Braun

Tres perlas en El País

La tercera perla es un artículo de Emilio de Benito con este titular: “Seis millones de niños pequeños mueren cada año de hambre”. No sabía yo que hubiese niños que no fueran pequeños

Según este diario, la subida de los precios de los alimentos en Madrid “reabre el debate sobre si la mayor liberalización del comercio provoca menor o mayor inflación”. No creo que haya ningún debate serio al respecto, ni abierto ni cerrado. Que unos mercados libres puedan provocar inflación es un disparate, al que se recurre sólo como arma propagandística desde los lobbies de empresarios ineficientes que rechazan la competencia, hasta la izquierda que busca cualquier excusa para atacar a Esperanza Aguirre.
 
En otro artículo, que también hace suyas en páginas de información unas tesis propias del PSOE (como que la reducción del impuesto de sucesiones “beneficia claramente a las clases más adineradas”), El País dio cuenta de los anuncios socialistas contrarios a la campaña oficial sobre las listas de espera. Un portavoz del Partido Socialista de Madrid proclamó que su campaña es muy diferente: “La pagamos nosotros. No sale del dinero público como la del PP”. El diario no dedicó ni una línea a informar de dónde sale el dinero para que el PSOE pague campañas.
 
La tercera perla es un artículo de Emilio de Benito con este titular: “Seis millones de niños pequeños mueren cada año de hambre”. No sabía yo que hubiese niños que no fueran pequeños. El antetítulo era: “La FAO alerta de que 800 millones de personas sufren malnutrición en el mundo”. En la propia entradilla se aclara que “pocos niños mueren estrictamente de hambre”, pero, ya se sabe, nunca dejes que la realidad te estropee un buen titular.
 
Y, hablando de realidad, ninguna información se brinda sobre la realidad del hambre y su evolución, ninguna pista para comprender, por ejemplo, por qué hay hambre en Corea del Norte y no en Corea del Sur. No vaya a ser que pensemos, como dice Amartya Sen, que el hambre no tiene que ver con la falta de alimentos sino con la falta de libertad. Todo estriba en hablar de los “esfuerzos” en torno al 0,7 %, como si algún país hubiera superado la pobreza gracias a los subsidios, y en glorificar a la ONU y la FAO, burocracias inútiles, cuando no corruptas, repletas de funcionarios que cobran jugosos sueldos libres de impuestos (¡por eso siempre piden que suban!), que gastan torrentes de dinero ajeno en sí mismas, y no hacen, encima, más que quejarse de lo mal que va todo.

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