Rebecca Hagelin
Échele una mirada al Índice de Libertad Económica de 2006 y verá cifras, muchas cifras.
Eso no es nada sorprendente. Después de todo, el Índice (publicado anualmente por la Fundación Heritage y el Wall Street Journal) proporciona una imagen instantánea de cuánta libertad económica se puede encontrar en cada nación. Implica cifras, el Índice las suministra en abundancia. Desde la inflación a la presión fiscal, todo está allí, en blanco y negro.
Pero hay un mensaje más profundo detrás de esas cifras, un mensaje que se le puede escapar fácilmente al observador casual.
En realidad el Índice es acerca de la gente y su lucha por sortear barreras. Y no cualquier barrera, sino las que sus propios gobiernos erigen para limitar cuánto dinero pueden ganar y cuánto de ese dinero se pueden quedar; barreras que limitan lo que pueden hacer con su dinero y lo lejos que pueden llegar con él.
Para poder ver el modo en que tales barreras (o la falta de ellas) afectan a la gente, tomemos en consideración la relación entre libertad económica e ingreso per cápita.
Los editores del Índice clasifican a cada país en una escala numérica que lo coloca en una de 4 categorías: Libre, mayormente libre, mayormente controlada y reprimida. No es ninguna sorpresa ver que cuanto más libre es un país económicamente, más alta es la renta per cápita que disfrutan sus ciudadanos. La gente en las economías “reprimidas” y “mayormente controladas” tienen ingresos per cápita con una media de 4.000 dólares. Pero los que están en países “mayormente libres” tienen un ingreso per cápita de unos 13.000 dólares. ¿Y los que están en los países “libres”? Más de 30.000 dólares.
¿Qué le dice esto a usted? Que cuando los gobiernos restringen las economías, la gente de carne y hueso, las familias, son quienes sufren. Los padres en el mundo entero tienen las mismas esperanzas, los mismos sueños que usted y yo. Tienen el mismo deseo que trabajar duro, jugar limpio y sacar provecho de su trabajo. Quieren que sus hijos tengan vidas mejores. Quieren que sus comunidades florezcan y que sus barrios sean seguros y prósperos.
Y sin embargo, esa misma gente se siente frustrada, con sus sueños rotos, sus esperanzas hechas añicos. Muchos factores influyen en ello, tal y como demuestra una mirada al Índice. Puede que la inflación esté descontrolada en su país. Puede que las tarifas y otras barreras arancelarias sean tan altas que ni siquiera pueden empezar a competir en el mercado mundial. Los impuestos, tanto para empresas como para las personas, pueden ser tan altos que la mayor parte de sus ingresos van directamente al gobierno. La regulación puede ser tan fuerte que abrir un negocio es algo impensable. La inversión extranjera en su economía (que ayuda a muchas economías “libres” a prosperar) puede que esté totalmente prohibida.
Las formas en las que los gobiernos destruyen la libertad económica son interminables.
Miremos los derechos de propiedad: Piense cómo la protección legal de esos derechos posibilitan una economía libre. Si hay un alto nivel de corrupción en su país y los tribunales no quieren o no pueden hacer respetar los contratos legalmente vinculantes ¿qué seguridad hay para su dinero, y ya puestos, para el dinero de cualquiera? No mucha. La libertad económica depende de muchos factores que incluyen un sistema judicial abierto que funcione para asegurar que todos juegan limpio. Si usted no tiene la seguridad razonable de que su propiedad está a salvo, de que nadie se la va a quitar sin las correspondientes garantías procesales de la ley, usted difícilmente podrá desarrollar sus actividades comunes y corrientes del día a día, ¿verdad?
Ed Feulner, presidente de la Fundación Heritage, escribe en su prefacio del Índice del 2006:
“La libertad económica es necesaria para que las personas prosperen. Al reducir los obstáculos, se crea un marco en el cual las personas pueden decidir cómo deben utilizar su tiempo, sus habilidades y sus recursos. Un marco en el que se admite la innovación y se enriquece el crecimiento económico. En términos simples, todo país que posee un mayor y más sólido compromiso con la libertad económica goza de una calidad de vida superior”.
Con esto en mente, es bueno ver que la libertad económica está en marcha. De los 157 países clasificados en el Índice de este año, 99 habían mejorado su puntuación, algunos como Pakistán y Rumania con amplios márgenes. Los editores mencionan que la tendencia al transcurrir la década pasada ha sido hacia la libertad económica.
Sin embargo queda mucho por hacer, especialmente en Oriente Medio, África y América Latina, donde muchas economías (léase: personas) languidecen bajo el yugo de gobiernos que no perciben la conexión entre libertad y prosperidad. El Índice ha mostrado durante los años que cambios relativamente simples pueden producir resultados positivos. No obstante, demasiados gobiernos hacen de la vista gorda, a menudo completamente renuentes a hacer que las cosas mejoren para sus ciudadanos.
Como dijo el Presidente Ronald Reagan: “Sí, el gobierno debería hacer todo lo que sea necesario, pero sólo lo que sea necesario”. Las restricciones sobre la libertad económica no son sólo innecesarias sino contraproducentes para personas, familias y naciones. Esperemos que la tendencia hacia la libertad siga adelante.
©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg
Rebecca Hagelin es vicepresidenta de Comunicaciones y Marketing de la Fundación Heritage
Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.
Descárguese en español el Índice de Libertad Económica 2006