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Carlos Rodríguez Braun

Mercado amenazante

Borges, que desde luego expresaba cosas “muy suyas”, vendió numerosos ejemplares de sus libros, lo que prueba que conectó con los lectores, y para hacerlo no debió rebajarse en absoluto.

Eduardo Lago, ganador del premio Nadal, afirmó: “Las leyes del mercado son una amenaza para la literatura. Es absurdo querer acomodarse a esas leyes. Si uno quiere expresar algo muy suyo, falla si intenta acomodarse al público”.

Como dijo el economista y premio Nobel George Stigler, en la vida sólo podemos prosperar si hacemos algo para los demás. Si un intelectual no quiere atender más que a su propio interés, ignorando el de cualquier otra persona, sólo podrá, concluía Stigler, escribir cartas al director en algún periódico de provincias.

Todos, por lo tanto, nos “acomodamos al público”, también don Eduardo Lago. Y hacer esto no significa automáticamente la destrucción demagógica de la buena literatura. Borges, que desde luego expresaba cosas “muy suyas”, vendió numerosos ejemplares de sus libros, lo que prueba que conectó con los lectores, y para hacerlo no debió rebajarse en absoluto.

Pero además, señor Lago, si la literatura que alcanza difusión no obedece al mercado, es decir, a los deseos de los ciudadanos, entonces ¿a qué puede obedecer? A la política y la burocracia, y es arduo deducir que ellas no representan “amenaza” alguna.

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