Daniel J. Mitchell
Se supone que el Fondo Monetario Internacional (FMI) está para ayudar a que las naciones crezcan más rápidamente, pero a esta burocracia internacional se le critica con frecuencia porque sus funcionarios piden con frecuencia a los países pobres que suban los impuestos y devalúen su moneda.
Puede que esta caracterización sea un poquito injusta ya que el FMI tiene opiniones más sensatas en temas como el comercio, la regulación y la privatización, pero también es cierto que, en general, la organización es vista como un obstáculo para las políticas fiscales basadas en el mercado.
Un buen ejemplo de ello es el reciente estudio del FMI atacando el tipo único (conocido como flat tax). Ya que muchas naciones de la Europa Central y del Este han adoptado un tipo único con baja presión fiscal, la reforma se ha convertido en un asunto global. Países tan diversos como Eslovaquia, Rumania, Rusia, Estonia y Georgia están experimentando un crecimiento más rápido, menor fraude fiscal, menor desempleo y aumento en la inversión extranjera gracias a sistemas tributarios que imponen unas cargas bajas a la actividad económica y a la creación de riqueza.
Pero cuando el FMI miró los tipos únicos europeos, concluyó que "la evidencia empírica acerca de sus efectos es muy limitada" y que "no hay síntomas de respuestas de comportamiento del tipo Laffer".
El estudio también afirmaba que "su impacto en el fraude fiscal es teóricamente ambiguo". Si se examina más de cerca el estudio del FMI, se descubren dos graves anomalías, cualquiera de las cuales habría supuesto un suspenso en un curso de primero de economía.
Primero, el estudio ignora el impacto de la reforma fiscal en el rendimiento económico. Los autores en ningún momento comparan el crecimiento de los países con el tipo único con el de naciones con una presión fiscal alta. Otra comparación obvia sería ver si los países con tipo único mejoraron su crecimiento económico después de la reforma fiscal. Y, sin embargo, un cálculo tan simple no forma parte del estudio del FMI.
Este fallo en el análisis del crecimiento económico es sólo la punta del iceberg. Los autores ignoran la creación de trabajo, la tasa de desempleo, inversiones o cualquier otra forma de medir la prosperidad y la competitividad. No queda claro por qué se ha hecho caso omiso de estas importantes variables, pero una posible razón es que todas ellas contradicen la premisa del estudio. En efecto, indican que el tipo único ha sido todo un éxito.
Segundo, el estudio afirma que el efecto de la Curva de Laffer sólo existe si los nuevos ingresos debidos a un crecimiento económico más rápido y al menor fraude fiscal eclipsan por completo los ingresos perdidos a causa de los bajos impuestos. Es una caracterización burdamente engañosa de la Curva de Laffer, una falacia del hombre de paja.
La Curva de Laffer no es nada más que una representación gráfica de un principio de hace siglos que dice que el tipo impositivo tiene un impacto sobre los incentivos y que esto puede afectar la renta sujeta a impuestos (sea porque la gente cambia la cantidad de los ingresos que percibe o porque cambian la cantidad de los ingresos que declaran a las autoridades tributarias). El cambio de la renta sujeta a impuestos, huelga decir, afecta directamente la cantidad de dinero que el gobierno recauda. Por tanto, si una reducción del tipo impositivo da pie a incrementos, aunque sean modestos, del crecimiento económico y del cumplimiento fiscal, los ingresos serán mayores que los proyectados por cálculos simplistas, y el efecto crecerá con cada año que pase.
Pero sólo en casos muy raros el incremento de la renta sujeta a impuestos es suficiente para compensar por completo la rebaja del tipo impositivo. Esto probablemente sucedió cuando Ronald Reagan redujo la tasa máxima del tipo impositivo en los años 80. Más recientemente, parece ser que la reducción de 1997 del impuesto sobre las ganancias de capital "se pagó sola".
El estudio del FMI revela en realidad sólidas evidencias de que el tipo único ha producido efectos de la Curva de Laffer. Pero los autores intentan despistar a los lectores afirmando que la reforma fiscal tiene éxito solamente si el reabastecimiento de los ingresos es de al menos el 100%. Y lo que es aun más increíble, asumen que el efecto de ese reabastecimiento de ingresos debería suceder en el transcurso del año de la reforma. Por tanto, a pesar que la renta sujeta a impuestos aumentó significativamente en la mayoría de países con el tipo marginal único y que los ingresos del impuesto sobre la renta generalmente han estado por encima de lo esperado, se supone que los lectores deben concluir que el tipo único es un fracaso.
No queda nada claro por qué el FMI es hostil a las políticas que favorecen el crecimiento económico. Los cínicos señalan que la burocracia internacional tiene incentivos para perpetuar la pobreza, porque así se crea una mayor presión favorable a aumentar el presupuesto del FMI. Esperemos que la verdadera razón sea la ignorancia.
En cualquier caso, lo que ha quedado claro es que el FMI es muy malo interpretando las tendencias globales. Los autores escribieron que "la pregunta no es si habrá más países que adopten el tipo único, sino si aquellos que lo hicieron lo abandonarán". Es una afirmación bastante estrafalaria habida cuenta de que Rumania y Georgia adoptaron el tipo único el año pasado y Macedonia y Kirguistán se unieron al club este año.
Además, ninguna nación que haya adoptado el tipo único ha decidido volver al régimen fiscal por tramos. Hasta el nuevo gobierno en Eslovaquia, compuesto por socialistas y nacionalistas, decidió mantener el tipo único en lugar de arriesgarse a matar a la gallina que le está dando los huevos de oro.
Desgraciadamente, parece que los gobiernos socialistas entienden más de reformas fiscales que los burócratas del Fondo Monetario Internacional.
©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg
Daniel J. Mitchell es investigador especializado en Economía Política en la Fundación Heritage.