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John Stossel

El disparate de Schwarzenegger

Con una política gubernamental racional, ahorraríamos dinero en el cuidado médico rutinario y tendríamos un seguro para enfermedades de tratamiento caro. Después de todo, no compramos seguros del automóvil para pagar cambios de aceite.

El gobernador Arnold Schwarzenegger quiere que todos los californianos tengan seguro médico. De modo que va a obligarles a tenerlo.

Schwarzenegger abandonó su oposición al seguro médico obligatorio para los empleados y apoyó la idea como propia. "Todo el mundo en California tiene que tener seguro. Si no te lo puedes permitir, el Estado te ayudará a adquirirlo, pero tiene que estar asegurado", dijo Schwarzenegger el mes pasado. Por supuesto, su "solución" no arreglará el problema. Al hacer que el seguro médico parezcabarato, la expansión del mismo empujará al alza aún más rápido los precios. Todo el mundo acabará pagando más. Pero los políticos se benefician porque los costes estarán escondidos.

El gobernador también quiere expandir la cobertura estatal a los niños incluyendo a gente suficientemente próspera como para ganar 60.000 dólares para una familia de cuatro integrantes. Imagínelo: ganas 60.000 dólares al año y pones a los niños a cobrar del Estado.

Esto tendría que desengañar a quienes piensen aún que Schwarzenegger cree en el Estado limitado. En esto está siguiendo la estela del ex gobernador republicano de Massachussets, Mitt Romney, por el camino de la medicina estatal socializada. Romney aseguró que el seguro obligatorio costaría a cada persona unos 2.400 dólares al año. Pero ahora sabemos que son al menos 4.560 dólares.

Esto no significa que no tengamos un desastre médico entre manos. Lo tenemos, pero los problemas tienen sus orígenes en la actividad gubernamental existente. Mucha más de esa actividad es improbable que vaya a mejorar las cosas.

El origen del problema es que pocas personas afrontan los costes verdaderos del seguro médico. Los beneficiarios de Medicare y Medicaid no, porque el contribuyente sufraga sus facturas. La gente con el seguro médico pagado por la empresa tampoco, porque la empresa aseguradora se lo ahorra. Dado que sólo pagan pequeños gastos cuando ven a un médico, no preguntan "¿Realmente necesito esa prueba?" sino "¿Mi seguro lo cubre?".

Quienes no afrontan el verdadero coste de sus elecciones no actúan como consumidores conscientes de los precios. Eso redunda en precios más elevados. Con una política gubernamental racional, ahorraríamos dinero en el cuidado médico rutinario y tendríamos un seguro para enfermedades de tratamiento caro. Después de todo, no compramos seguros del automóvil para pagar cambios de aceite o tapacubos desgastados. Pero esperamos que la aseguradora médica cubra exámenes físicos rutinarios porque es otro quien parece estar pagando la prima.

Todo esto perjudica a quienes contratan su propio seguro médico o directamente no lo tienen. Sería bueno que pudieran comprar una póliza básica deducible para catástrofes. Para una persona joven, una póliza semejante sería relativamente barata. Pero debido a los lobbys, la mayor parte de los estados ordenan que el seguro cubra cosas que la mayoría nunca compraríamos si tuviéramos que pagar directamente el coste, como el Viagra o la ayuda psicológica para quienes abusan de las drogas. El Council for Affordable Health Insurance (CAHI) afirma que los estados han impuesto 1.824 normas a las compañías de seguros. Esto hace aún más absurdamente caras las pólizas en muchos estados.

El Gobierno nos perjudica además impidiendo la competencia entre estados. Como neoyorquino, no puedo contratar una póliza barata ofrecida en Iowa, un estado con menos normas, porque solamente puedo contratar compañías sujetas a las caras regulaciones de Nueva York.

El trasfondo es que, buenas intenciones al margen, la regulación gubernamental de la medicina y los seguros lo que nos acarrea son quebraderos de cabeza, y el plan del gobernador Schwarzenegger acarreará aún más a los californianos. Pero eso debería ser entre ellos y él. Deben tener el derecho a fracasar.

Muchos no están de acuerdo con eso. El normalmente sabio consejo editorial del Wall Street Journal dice que los tribunales deberían echar abajo el plan del gobernador por ERISA, la ley federal que se supone que está por encima de las leyes estatales en materia de prestaciones laborales. Pero prohibir que California implemente ideas estúpidas es un error. Como he venido señalando últimamente, los padres fundadores norteamericanos demostraron su genio dividiendo el poder entre los estados y el Gobierno central.

¡Que los estados experimenten! La cobertura universal es una idea concebida para que todos se sientan bien consigo mismos y que muchos en Washington quieren imponer a todo el país. Mejor será tener modelos de fracaso en estados individuales, de modo que no tengamos que sufrirlo todos. Necesitamos recordatorios vivos de los fallos del colectivismo. Sin la Unión Soviética, temo que los norteamericanos olviden sus horrores. De modo que los estados deberían ser libres de ilustrarlos sin interferencia de Washington. Los federales deberían dejarnos aprender.

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