Una muestra de la fatal arrogancia socialista es su falta de escrúpulos a la hora de distorsionar la realidad para propiciar su agenda política. Por eso se considera una anomalía a Condolezza Rice, que siendo mujer y negra es de derechas. El progresismo feminista negó a Margaret Thatcher su condición de mujer: parece un hombre, decían. Y ahora Rafael Simancas, que se siente en la obligación de denigrar a Esperanza Aguirre, la ha llamado ¡machista!
Pero el disparate no terminó ahí, sino que se extendió a la economía, y don Rafael aseguró que los socialistas van a resolver la desigualdad, reflejada en que hay mucho paro femenino y en que las mujeres cobran un 30% menos que los hombres cuando "ni trabajan menos ni merecen menos".
El paro femenino, que ciertamente es mayor que el masculino, está vinculado con las intervenciones que dificultan la contratación de mujeres, con lo cual no se entiende cómo va a arreglarlo el señor Simancas con aún más intervención. Asimismo, pensar que las mujeres cobran menos que los hombres por exactamente el mismo trabajo es insultar la inteligencia de los empresarios. En efecto, si los empresarios pudieran obtener lo mismo pagando menos, lo harían, es decir, contratarían a todas las mujeres, pagarían menos salarios y obtendrían más beneficios. En suma, esas dos quejas de don Rafael son contradictorias.
Y hay algo más, y más inquietante. Resulta que don Rafael sabe lo que las mujeres merecen. Esto remite al viejo lema totalitario de "a cada cual según sus necesidades". En efecto, los socialistas no están dispuestos a concederles a las mujeres la libertad para competir en igualdad de oportunidades y abrirse camino con la dignidad de personas libres. Como creen que son incapaces de salir adelante por sus propios méritos y esfuerzos, acudirán a la coacción política y legislativa. Porque los socialistas saben lo que las mujeres merecen.
