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Carlos Rodríguez Braun

Retórica

Pero estos datos no prueban en absoluto que los pobres sean más pobres. Al contrario, con esos mismos porcentajes podría suceder que los pobres se hayan vuelto millonarios y que la miseria haya desaparecido por completo.

En páginas de información de El País, leo una información firmada por A.M.: "los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres". A continuación, para que el lector comprendiera que no se trataba de retórica, se lo aclaraba explícitamente: "no es retórica". La demostración estribaba en que, según las estadísticas europeas, la renta percibida por el 20% de los más ricos es más veces superior que la obtenida por el 20% más pobre.

Pero estos datos no prueban en absoluto que los pobres sean más pobres. Al contrario, con esos mismos porcentajes podría suceder que los pobres se hayan vuelto millonarios y que la miseria haya desaparecido por completo. Lo único que revelan esas cifras es que se ha ampliado la diferencia entre los que ganan más (que, por cierto, no tienen por qué ser siempre los mismos) y los que ganan menos (que, por cierto, no tienen por qué ser siempre los mismos, como se comprende fácilmente si pensamos en el número creciente de inmigrantes).

Estamos, pues, ante la veterana consigna intervencionista de la "desigualdad". La razonable desafección ciudadana frente a la burocracia política y legislativa de Europa ha reactivado el ímpetu intervencionista. De ahí el disparate de que "el aumento de las desigualdades amenaza el modelo europeo", que comparten desde Trichet hasta Almunia, quien vierte perlas políticamente correctas como la siguiente: "Europa no puede tener un discurso económico desprovisto de contenido social".

Todo esto apunta a recortar la libertad de la gente. El ministro alemán Peer Steinbruck pidió directamente "un reparto más justo de los frutos del crecimiento económico". Para coronar el pastel se reintroduce una antigua ficción, y es que el mayor intervencionismo es necesario para proteger el capitalismo y evitar "los riesgos de pérdida de legitimidad del mercado". Esto no es que sea retórica: es un descarado camelo.

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