Menú
Emilio J. González

Arenillas y el cascabel del gato

Arenillas no es más que una correa de transmisión, el instrumento del que se valen Moncloa y el grupo de Intermoney, articulado en torno a Miguel Sebastián, para hacer de las suyas

De la mano de Miguel Sebastián y Carlos Arenillas, la CNMV ha entrado en un muy delicado proceso de deterioro de su credibilidad, tan necesaria para poder llevar a cabo con eficiencia su labor de supervisor de los mercados financieros. Si el nombramiento de Julio Segura para sustituir al dimitido Manuel Conthe en la Presidencia del organismo ya suscita de por sí muchas dudas acerca de la necesaria independencia de la Comisión respecto del poder político, la permanencia, a estas alturas de la película, de Carlos Arenillas en el cargo de vicepresidente es una certificación total y absoluta de que ni la CNMV es independiente ni el Ejecutivo tiene la menor intención de que así sea, sino todo lo contrario.

Arenillas debería haber presentado su dimisión en cuanto salieron a la luz los escándalos de Tagomago, la sociedad de inversiones que administró durante unos meses siendo ya el segundo de a bordo en la CNMV, y de la fastuosa cena a que fue invitado en el restaurante Zalacaín, uno de los más lujosos de Madrid, por Vega Fund justo cuando la sociedad gestora de fondos de inversión de alto riesgo se encontraba al borde del abismo a raíz de unas inversiones abiertamente equivocadas. Pero Arenillas no solo no dimitió sino que ni el Gobierno ni el Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados han tenido la menor intención de abrir un proceso conducente a su cese. Ahora, con las últimas revelaciones que acaba de realizar Conthe se entiende el por qué.

Arenillas no es más que una correa de transmisión, el instrumento del que se valen Moncloa y el grupo de Intermoney, articulado en torno a Miguel Sebastián, para hacer de las suyas. Por si alguien lo dudaba, no tiene nada más que remitirse a lo que Conthe acaba de decir: que el 15 de enero de 2005, en plena operación de asalto al BBVA, Arenillas se presentó en el domicilio de aquél con un informe sobre el presidente del banco, Francisco González, elaborado por Moncloa con el único fin de echarle del cargo. La historia que siguió a continuación es de sobra conocida: al no aceptar Conthe el informe, en febrero se presentó en su despacho el redactor jefe de la Cadena SER, Javier Ruiz, quien le entregó el documento al mismo tiempo que desde la radio se anunciaba la apertura de investigaciones contra el presidente del BBVA por parte de la CNMV por una supuesta venta fraudulenta a Merrill Lynch de su sociedad de valores.

Ahora ya se conoce toda la verdad, o al menos así parece, sobre aquel feo asunto en el que un Gobierno de un país democrático, el de Zapatero, se dedicó a tratar de desplazar de su sitió a los presidentes de algunas de las más importantes empresas y entidades financieras del país, pese a ser sociedades privadas, para colocar a su frente a personas afines al Ejecutivo socialista o, mejor dicho, al "sebastianismo", porque el candidato del Gobierno para suceder a Francisco González no era otro que Pedro Pérez, el autor de uno de los dos informes contra el presidente del BBVA. Sí, ese mismo Pedro Pérez que preside Intermoney y que tiene una buena relación de amistad con Miguel Sebastián, a quien González despidió como jefe de estudios de la entidad.

Por desgracia, todo cuanto va saliendo a la luz respecto a lo sucedido en torno a la CNMV no hace sino desprestigiar y hundir todavía más a un organismo que precisa urgentemente de medidas que le devuelvan la credibilidad. Esto es vital para la economía española porque después de las actuaciones del Gobierno en la OPA de E.On, larga y duramente criticadas por la prensa más importante del mundo, ahora se suma no solo el conocimiento público de que la mano del Ejecutivo estuvo y está detrás de todo lo acontecido en torno a Endesa, sino también algo más grave: la utilización de las instituciones con fines tan partidistas como personalistas.

En estas circunstancias, lo que se impone es tanto la marcha de Arenillas, por voluntad propia o por cese, como una depuración de responsabilidades y personas del entorno de Intermoney y Moncloa. Claro que, con un Solbes mirando para otra parte, ¿quién va a ponerle el cascabel al gato cuando, al fin y al cabo, Arenillas es un mandado de Zapatero y Sebastián? Mucho me temo que todavía nos quedan meses y meses de descrédito de una institución vital para el buen funcionamiento de la economía española y para la confianza que debe suscitar en todo el mundo.

En Libre Mercado

    0
    comentarios