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Walter Williams

Creacionistas en una convención darwiniana

Quienes denuncian el libre mercado y están a favor del control y la coacción están seguros de poseer más inteligencia y conocimientos que las masas. Lo que es más, creen que han sido ungidos para imponer su sabiduría a la fuerza al resto del mundo.

El 11 de julio, la periodista del New York Times Patricia Cohen redactaba un reportaje titulado "Creciente disposición a debatir premisas fundamentales en los departamentos de Economía". El artículo comenzaba diciendo que "para muchos economistas, cuestionar la ortodoxia del libre mercado es comparable a expresar fe en el diseño inteligente en una convención darwiniana: quienes ponen en duda los efectos beneficiosos que de forma natural aporta el mercado son considerados ilusos o locos". Cohen ofrece a continuación extractos de sus entrevistas con varios economistas destacados, entre ellos el profesor de Princeton Alan Blinder, ex vicepresidente del Banco de la Reserva Federal.

El profesor Blinder asegura: "Lo que he aprendido es que cualquiera que diga algo que suene incluso remotamente hostil al libre comercio es tratado como un apóstata". Continuando con su crítica a la mayor parte de los economistas, añade que los esfuerzos por intervenir en los mercados, como el salario mínimo obligatorio, la política industrial o los controles de los precios, también son contemplados negativamente.

En primer lugar, establezcamos una definición para ir tirando de libre mercado. Es muy sencillo: el libre mercado es el resultado de los actos de millones y millones de individuos que toman decisiones, implicados en intercambios voluntarios y pacíficos en busca de lo que perciben como sus mejores intereses. Quienes denuncian el libre mercado y el intercambio voluntario y están a favor del control y la coacción están seguros de poseer más inteligencia y conocimientos que las masas. Lo que es más, creen que han sido ungidos para imponer su sabiduría a la fuerza al resto del mundo. Por supuesto, tienen lo que consideran buenos motivos para ello, pero todo tirano que haya existido alguna vez ha tenido lo que estaba seguro que eran buenas razones para restringir la libertad de los demás.

Los tiranos siempre están contra el libre mercado porque éste implica intercambio voluntario. Los tiranos no confían en que la gente que actúa voluntariamente haga lo que el tirano piensa que tiene que hacer. Por tanto, quieren reemplazar el mercado con la planificación económica o, como lo llama el profesor Blinder, la política industrial.

La planificación económica no es nada más que reemplazar a la fuerza los planes de otras personas por los de una élite poderosa. Por ejemplo, yo podría estar pensando en comprar un coche, una camisa o unas manzanas a un productor extranjero porque considero que me conviene hacerlo. La poderosa élite podría impedir mis planes, a través de cuotas y aranceles a la importación, porque cree que yo debería comprar esos productos a un empresario nacional.

Mi hija podría pensar en trabajar para la ferretería de nuestra calle por cuatro dólares la hora. Ella está de acuerdo, el dueño está de acuerdo y tanto a su madre como a mí nos parece bien. Pero la poderosa élite dice: "Vamos a prohibir sus planes porque el precio que se va a pagar por su trabajo no es el que nosotros pensamos que debería pagarse: el sueldo mínimo”.

Cohen también entrevistó al profesor David Card, asegurando que había realizado "investigaciones innovadoras sobre los efectos del salario mínimo". Cientos de estudios, literalmente, demuestran que los incrementos en el salario mínimo provocan paro entre los trabajadores menos cualificados, un colectivo formado principalmente por adolescentes, sobre todo por adolescentes negros. Pero el estudio del profesor Card afirma que los aumentos del salario mínimo en realidad incrementan el empleo. Además del hecho de que varias críticas de su estudio ponen en evidencia errores en sus técnicas estadísticas, esa afirmación ni siquiera pasa la prueba del sentido común. Si fuera cierto lo que dice Card, cuando hubiera una tasa de paro elevada en cualquier país del mundo, el Gobierno correspondiente podría eliminarla simplemente legislando salarios mínimos más elevados.

Robert Reich, secretario de Trabajo del presidente Clinton, aseguró que los economistas que cuestionan las teorías de libre mercado en realidad "quieren hablar a la realidad de nuestro tiempo". Esto es increíble. La realidad no depende de si estamos en 1907 o 2007. Reich probablemente piense que la realidad de la ley de la oferta y la demanda depende de en qué año estamos. Me pregunto si cree lo mismo de la ley de la gravedad.

Las ideas expresadas por los economistas entrevistados por Cohen, aunque se apartan de la corriente principal de la gran mayoría de economistas, están sólidamente encauzadas en la corriente principal de la visión tradicional de la humanidad. A lo largo de la historia, el derecho a perseguir los objetivos de uno de una manera pacífica y voluntaria, sin coacción, control ni dirección, ha sido percibido con hostilidad. Pocas cosas hay más antiguas en la historia que la idea de que algunos deben dar órdenes y los demás obedecerlas.

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