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John Stossel

Buenas noticias

Nuestra relativa libertad y la asombrosa prosperidad que ha producido han creado una de las sociedades más humanas de la historia: justo lo contrario a lo que predijeron los enemigos de la libertad económica.

Hoy día, en política se te considera compasivo si exiges que el Gobierno imponga tus preferencias a otros. ¿Pero qué tiene eso de compasivo? El lema verdaderamente compasivo es "vive y deja vivir".

Brink Lindsey, autor del nuevo libro La edad de la abundancia: cómo la prosperidad transformó la política y la cultura de Estados Unidos, afirma que un número creciente de norteamericanos está de acuerdo con eso. Son cada vez más tolerantes hacia los demás mientras sostienen firmemente sus propios valores. Lindsey escribe en la web del Cato Institute:

El firme compromiso con la familia, el trabajo y el país permanece fuerte, pero está atemperado por la tolerancia de mentes abiertas a la diversidad del país y la profunda humildad a la hora de decirle a otros cómo deben vivir. [...]

Las posiciones liberales sobre la raza y el papel de la mujer en la sociedad se han convertido hoy en objeto de aplastante consenso. Piense en las relaciones interraciales, en tiempos uno de los tabús más ferozmente regulados. Según una encuesta de 2003, el 77% de los norteamericanos está de acuerdo con la afirmación: "Creo que no hay nada de malo en que blancos y negros salgan juntos". En 1987 la cifra era de un 48%. [...] Alrededor de nueve de cada diez estadounidenses aprobaban en 2003 que gays y lesbianas tuvieran las mismas oportunidades laborales que los demás.

Lindsey, cuyo libro está recibiendo críticas favorables en el New York Times, The Economist, Los Angeles Times, el Times londinense y el National Review, no es el primero en señalarlo, pero su originalidad reside en su énfasis en que la ética del "vive y deja vivir" sólo apareció cuando la seguridad material se pudo dar por sentada. Según la gente fue preocupándose menos sobre su próxima comida, tuvo tiempo para contemplar y desarrollar posturas más progresistas.

El capitalismo norteamericano es difamado por su superficial banalidad, pero aun así ha desatado un cambio social profundo y revolucionario. Condenado como un materialismo sin sentido, ha desencadenado una marea creciente de ansias espirituales. El movimiento por los derechos civiles y la revolución sexual, el ecologismo y el feminismo, el boom de la salud y la belleza y la apertura del armario gay, el marchitamiento de la censura y la llegada de "una clase creativa" de "trabajadores del conocimiento"... todo es parte de la progenie de esa prosperidad extendida.

Nuestra relativa libertad y la asombrosa prosperidad que ha producido han creado una de las sociedades más humanas de la historia: justo lo contrario a lo que predijeron los enemigos de la libertad económica.

Damos por sentada esa prosperidad porque la mayoría somos víctimas de lo que se ha dado en llamar el "sesgo pesimista". Cualquier cosa mala que haya en nuestras circunstancias actuales se toma como prueba irrefutable de que cada vez estamos peor. Pero los tiempos han sido mucho peores durante toda nuestra historia. Lindsey y otros autores muestran que los norteamericanos (y muchos otros en el mundo) son increíblemente ricos en comparación hasta con nuestros ancestros más recientes.

Esta prosperidad no es solamente para los "ricos". Como Lindsey me dijo recientemente, "los estadounidenses normales y corrientes, no sólo los que están en la cima, disfrutan de un estándar de vida sin parangón en ninguna otra parte de la tierra ni en ninguna otra época".

Pero muchos norteamericanos aún no se lo creen. El New York Times sugiere que los políticos ganan votos "hablando cada vez más sobre el anémico crecimiento de los salarios norteamericanos y los efectos negativos del comercio y de una economía globalizada en los puestos de trabajo en Estados Unidos". Y la senadora Hillary Clinton, a la que la principal web de apuestas de Londres coloca como principal favorita para ser la próxima presidenta, lamenta "la creciente desigualdad y el creciente pesimismo".

Así no es ningún misterio el que tantos pensemos que el mundo va a peor. Pero es absurdo. Los salarios medios están subiendo. El mes pasado, Estados unidos creó 132.000 nuevos puestos de trabajo; en los últimos cuatro años, 8,2 millones de empleos. Buena parte del mundo está desesperada por emigrar a Estados Unidos.

Este país es rico y, a causa de ello, humano, con cifras crecientes de personas que desarrollan esa tolerancia que la élite intelectual afirma que los norteamericanos deberían practicar. ¿Por qué no obtienen estas buenas noticias la atención que merecen? ¿Podría ser porque el relato de Lindsey tiene en su centro el ánimo de lucro? La gran abundancia material de la que escribe no fue resultado del altruismo, sino de la búsqueda de beneficios y el intercambio voluntario en el que todos ganan. Para algunas personas eso es malo, al margen de lo maravillosas que puedan ser las consecuencias.

Esto es perverso, por decir poco. La búsqueda personal de la felicidad es algo bueno, especialmente cuando mejora la situación de todos los demás también.

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