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Hernán Büchi

Es mejor adaptarse si sucede

Kyoto implicaría para el año 2010 una reducción del PIB de un 5,2% para Alemania (1.800.000 empleos perdidos), del 5% para España (1.000.000 de empleos perdidos) o del 4,5% para el Reino Unido (1.000.000 de empleos perdidos).

En el corazón del progreso de los últimos 200 años está el uso de la energía. De ella depende la iluminación, el transporte de personas y mercancías, la obtención de alimentos y su preparación, el funcionamiento de las industrias, etc. La humanidad pasó de la miseria extendida a la prosperidad de muchos gracias a la masificación del uso de la energía.

Pero esa herramienta que nos ha generado tanto bienestar ahora está en jaque. Inspirados por una idea o una película que apela, con imágenes producidas en Hollywood, a nuestros sentimientos de miedo y compasión, podría conducir a medidas con consecuencias no previstas, irreversibles y muy negativas para los pobres.

Dos informes recientes abordan el problema climático. El Cuarto Informe de Evaluación producido por la ONU intenta establecer la existencia de calentamiento y si éste es producido por la acción del hombre. Su lectura nos lleva a concluir que el clima es un sistema extremadamente complejo, del que comprendemos apenas una décima parte de lo que necesitamos saber; no debemos subestimar las dificultades de su análisis.

El clima ha atravesado cambios menores en los últimos 200 años; la temperatura de la superficie terrestre de los últimos 100 años exhibe una tendencia al calentamiento de 0,6 grados centígrados. Sin embargo, su interpretación es imprecisa. Otro conjunto de datos más estables, tal como la temperatura de los océanos y datos satelitales y de radiosondas presentan tendencias de menor calentamiento. No existe evidencia concluyente de que hayan sido cambios peligrosos y sin precedentes. Tanto James Hansen de la NASA, el padre de la teoría invernadero, como Richard Lindzen del MIT y el climatólogo más reconocido en el mundo, coinciden en que aún si nada se hiciera para restringir el efecto invernadero, la temperatura aumentaría cerca de 1º C en los próximos 50 a 100 años.

Varias hipótesis explican los cambios registrados en el siglo pasado. La hipótesis de que las emisiones de gas invernadero han producido o son capaces de producir un calentamiento significativo desde el inicio de la revolución industrial es creíble y merece que se le preste atención. Sin embargo, esta hipótesis no ha podido ser probada con argumentos teóricos formales y los datos existentes permiten cuestionarla. Los argumentos que la apoyan se basan en simulaciones hechas con ordenador que nunca pueden ser decisivas como evidencia.

Estos modelos adolecen de serias limitaciones por el escaso conocimiento que se tiene del clima, debido a que la física que gobierna al mundo real es demasiado compleja para ser reflejada por modelos matemáticos y porque para modelar con precisión el futuro se requiere información de lo que éste traerá, específicamente sobre emisiones de gas invernadero provenientes de la actividad humana. Esto último es imposible de predecir con exactitud, lo cual convierte el ejercicio en algo extremadamente especulativo.

Finalmente, el informe no provee evidencia alguna respecto a la posibilidad de resolver la incertidumbre mediante el uso de tests de hipótesis estadísticas o de ejercicios de simulación. Por ello, es inevitable que continúe existiendo incertidumbre sobre si el cambio climático es algo bueno o malo.

El otro informe fue encargado por el Gobierno británico en 2005 a Sir Nicholas Stern para evaluar el riesgo del calentamiento global y el coste de mitigación. Este informe apoya la mitigación y estima que con un gasto anual de un 1% de PIB mundial se ahorraría un 20% de los gastos futuros.

La metodología de evaluación del coste económico presenta serios problemas. Utilizar una tasa de descuento irreal y extremadamente baja tiene como resultado que los costes de supuestas catástrofes futuras tienen el mismo valor que si sucedieran hoy. Stern considera moralmente injusto con las generaciones venideras emplear una tasa de descuento alta, léase realista, porque colocaríamos nuestras necesidades por encima de las suyas.

Tratar la tasa de descuento como problema moral es un error. Los seres humanos preferimos tener algo ahora que después. Sólo ahorramos cuando nos ofrecen incentivos adecuados. Cuando se emplean cifras absurdamente alejadas de la realidad, se obtienen resultados absurdos.

Pero aún si se tratara de un asunto moral, no es sencillo. En el futuro, la humanidad será más rica y los enormes costes que los supuestos desastres provocarían a futuras generaciones serían para ellas algo bastante menos importante. El gasto que propone Stern es un impuesto que redistribuye recursos de las generaciones actuales, relativamente pobres, a las de dentro de 100 años, que serán más ricas. ¿Se imagina usted a las masas pobres previas a la Revolución Industrial pagando por nosotros y por nuestros problemas?

Los gobiernos no deberían apresurarse a castigar el uso de energía, a riesgo de provocar consecuencias dañinas para los más pobres. Investigaciones recientes muestran un fuerte impacto negativo en las economías de Europa si se adoptan los objetivos del Protocolo de Kyoto: para el año 2010 implicarían una reducción del PIB de un 5,2% para Alemania (1.800.000 empleos perdidos), del 5% para España (1.000.000 de empleos perdidos) o del 4,5% para el Reino Unido (1.000.000 de empleos perdidos).

El mundo se enfrenta a severas consecuencias económicas si adopta las estrategias propuestas para lidiar con el calentamiento global, porque producen pérdidas de puestos de trabajo y consumen recursos escasos que podrían ser utilizados en otros problemas como el sida y la falta de agua potable. Por ello, las estrategias de adaptación al cambio climático, en lugar de la mitigación, deberían ser consideradas como una alternativa costo-eficiente.

Es comprensible la ansiedad que produce en algunos el supuesto cambio climático, pero muchas de las tan repetidas predicciones son confusas y están plagadas de errores. Es vital, por tanto, que quienes están involucrados en la toma de decisiones públicas presten la adecuada atención a las complejidades de un tema tan desafiante.

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