"El México que tú quieres es el México que todos queremos".
Cámara de Diputados.
O los diputados son unos cínicos o los publicistas creen que los mexicanos somos idiotas. La opinión que los mexicanos tenemos de los políticos, incluidos obviamente los diputados, es la peor de entre todos aquellos de quienes se pide una opinión. Están incluso por debajo de los policías, a quienes de por sí se les califica realmente mal por ineficientes y corruptos. Que los diputados y sus publicistas se atrevan siquiera a decir que realmente están preocupados por el porvenir de México es una verdadera burla.
Desde que tomaron posesión de su cargo hace casi un año, lo único que los diputados han hecho en la práctica es nada; se la han pasado en la pura grilla barata mientras el país está casi parado, viendo cómo el resto del mundo nos va ganando posiciones en casi todo: crecimiento económico, competitividad de las empresas, aumento de los salarios reales y del bienestar de la población, participación en los flujos de comercio internacional y de inversión extranjera directa, cambio tecnológico, etcétera.
Si los diputados y sus acompañantes los senadores estuviesen realmente preocupados por México, el México que todos queremos, estarían haciendo una profunda revisión del marco legal que tenemos, que no define eficientemente los derechos privados de propiedad, es ineficiente y por lo mismo oneroso, no promueve que los mercados sean competitivos, favorece la búsqueda de rentas en lugar de estimular la generación de riqueza, provee incentivos perversos y no alineados con el objetivo de desarrollo económico, evita que se reduzcan los costes de transacción en la economía; en fin, un marco legal que nos mantiene como país en la mediocridad.
Pero no; en lugar de estar haciendo el trabajo por el cual los mexicanos les pagamos, sacrificando una parte de nuestro consumo, los diputados, si es que se dignan a asistir a las sesiones de trabajo en las diferentes comisiones o incluso en las sesiones plenarias, se pasan el día discutiendo sandeces, como por ejemplo si Felipe Calderón es o no presidente de la República o si se le dejará asistir a rendir su informe.
Está claro que el arreglo institucional bajo el cual se eligen a los diputados y senadores, así como el que rige su trabajo, es ineficiente y por lo mismo requiere ser modificado. Necesitamos una reforma política y electoral profunda que obligue a los partidos políticos y a los legisladores a rendirle cuentas a la población y que ésta tenga a su disposición los mecanismos para castigarlos en lo individual cuando hagan mal su trabajo (y premiarlos cuando lo hagan bien). Urge recortarle a los partidos la insultante cantidad de recursos públicos que reciben para su financiación y urge establecer la reelección inmediata. Permanecer con el marco actual implica que la labor de los legisladores seguirá siendo inocua, a menos que se pongan imaginativos y entonces su labor resulte dañina. Con los diputados que tenemos, el México que todos queremos seguirá siendo un sueño.