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Ignacio Villa

Las cuentas corrientes tiritan con ZP

Lo que nadie había previsto es que la economía, la crisis económica más cruel, irrumpiera en la campaña electoral. Y ese imprevisto es lo que ha pasado. El resultado a día de hoy es absolutamente imprevisible.

La política es muy traicionera incluso para el presidente del Gobierno que, en teoría, debería tener controlados todos los recursos y mecanismos del poder. Zapatero afrontaba la recta final de la legislatura, con la seguridad de tener todos los resortes electorales en su lugar y pensando que con algunos golpes de efecto, mucha sonrisa artificial y cuatro promesas adecuadas la arena electoral la tendría a favor.

Demasiada seguridad, demasiada prepotencia, demasiada astucia para alguien que depende de los votos de los ciudadanos. Es más, no sólo depende de los ciudadanos; también hay muchas cuestiones claves, quizá no previstas, pero que en un momento determinado puede hacer dinamitar cualquier plan diseñado desde el Gobierno ante unas generales. En este sentido Rodríguez Zapatero a seis meses de las elecciones –y por la cuenta que le trae– había diseñado un escenario con varios guiones y distintos desenlaces para que nada le pudiera estropear el resultado en las urnas. Lo que nadie había previsto es que la economía, la crisis económica más cruel, irrumpiera en la campaña electoral. Y ese imprevisto es lo que ha pasado. El resultado a día de hoy es absolutamente imprevisible.

Nadie habla de grandes números que se puedan camuflar. Nadie se refiere a datos que puedan impresionar. Nadie utiliza cifras que se puedan utilizar demagógicamente. Lo que realmente está apareciendo en el panorama cotidiano de los españoles es la crisis de la economía doméstica. Esa crisis que afecta a las hipotecas, al gas, a la luz, a la gasolina, a las vacaciones, a un coche nuevo o a un electrodoméstico de última generación. Los españoles de clase media, esos a los que el presidente Zapatero tanto le gusta hablar, son los que se han encontrado con las cuentas corrientes tiritando, con las tarjetas de crédito en blanco y con la obligada reducción de un tren de vida alegre y despreocupado que en los últimos años había comenzado a ser una costumbre general.

Este cambio real, contante y sonante, en las economías de los españoles está abriendo una brecha que Zapatero y su Gobierno no habían previsto. Desde Moncloa se habían articulado muchas posibilidades pero no se había pensado en esta crisis económica que ciertamente es la más cruel, la más hostil, la más dura y la más letal para unos resultados electorales. Por el momento la reacción ha sido nula. Desde luego, si el Gobierno sigue confiando en sus golpes de suerte, el descalabro lo tienen asegurado. Con el dinero de los ciudadanos no se juega. Eso se paga muy caro.

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