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Carlos Rodríguez Braun

Democracia y cuestión social en América Latina

Las valientes prédicas que invitan a "luchar contra las desigualdades" son típicas de quienes aman el poder más que la libertad.

Esta semana estuvo Carlos Fuentes en Buenos Aires, y allí el destacado escritor mexicano dijo cosas bonitas sobre el rey de España y contra Hugo Chávez, lo que ciertamente le honra. Sin embargo, secundó el pensamiento único a propósito de la pobreza en América Latina: "Si no se resuelve ese problema social, y pronto, de parte de las democracias, van a tener graves problemas. La promesa social de la democracia no está cumplida". Esta ficción está lejos de ser producto de intelectuales económicamente iletrados. Véase por ejemplo un titular de El País: "La OCDE avisa de que la pobreza pone en riesgo la democracia". A fuerza de repetir consignas, acaban por parecer verdades incuestionables. Así, se insiste una y otra vez en que lo malo de los latinoamericanos es que ¡pagan pocos impuestos!

La "cuestión social" ha sido ya desde el siglo XIX un señuelo político. La idea era, y sigue siendo, que las cosas van mal si los seres humanos son libres, con lo cual tiene que venir no la sociedad sino la política –que de eso trata paradójicamente lo "social"– para resolver los problemas.

Lógicamente, como las desgracias (laborales, sanitarias, ecológicas... lo que sea) derivan de la libertad, las "soluciones" deben pasar por una mayor coacción. Así, la "promesa social" de la democracia no es más que la búsqueda de legitimación de la política, que se hunde en el desconcierto cuando comprueba que hay pobres, porque se supone que la democracia resuelve la pobreza. En realidad, la política no crea riqueza, es al revés: primero los seres humanos dejan atrás la pobreza, y después el Estado puede quitarles el dinero para redistribuirlo y legitimarse a través de ese mismo proceso. De ahí que las valientes prédicas que invitan a "luchar contra las desigualdades" son típicas de quienes aman el poder más que la libertad.

La OCDE yerra al decir que la democracia está en peligro si hay pobreza. No eran especialmente pobres los alemanes en los años 30 y los argentinos en los 40, cuando votaron a enemigos de la libertad; lo que ha impedido que los cubanos elijan democráticamente a su presidente desde 1959 no ha sido la pobreza sino el comunismo; y no son especialmente ricos los centroeuropeos, los indios o los colombianos de nuestro tiempo, y tienen gobiernos democráticos.

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