La semana pasada, una multitud de manifestantes invadió vociferando la sede de Bear Stearns en Manhattan exigiendo más ayuda a los propietarios de vivienda. Como usted sabrá, me opongo a que el Gobierno federal le eche un cable a nadie, y eso incluye tanto el acuerdo de Bear Stearns como la orgía de "estímulos" económicos de Washington. Pero estas personas, obsesionadas con los bancos, que celebraron su manifestación contra Bear Stearns y JP Morgan en la ciudad de Nueva York están totalmente trastornadas. Y fuera de control.
Son el rostro de una desquiciada cultura de derechos sociales: "Iremos a su barrio y enseñaremos a sus hijos qué hacen sus padres. Deberían avergonzarse", dijo Bruce Marks, fundador de Neighborhood Assistance Corporation of America (NACA), en una repugnante amenaza contra los empleados de los dos bancos.
No es una amenaza gratuita. Bruce Marks no es ningún tipo solitario e inofensivo al que le falta un tornillo. Posee un historial demostrado de presentarse en los centros escolares de los niños e intimidarles a causa del trabajo de sus padres. Todo en nombre de la "justicia social", por supuesto. Está tan orgulloso de su comportamiento que se autoproclama "terrorista bancario".
¿Se ha ganado el desprecio público y la condena de la sociedad? Por supuesto que no. Como recompensa a sus tácticas, el Boston Globe lo nombró Bostoniano del Año en el 2007. El periódico elogió su "sensata innovación". Aduló su "curiosa mezcla de activismo civil, atención centrada en el cliente, encerrona maquiavélica y pasión por la justicia social". Y como informara el Globe en la información que ofrecía sobre Marks en su portada, no hay fronteras de la decencia que este artista de la extorsión inmobiliaria no sea capaz de cruzar. Bienvenido a la política de destrucción personal:
Marks y sus seguidores han interrumpido reuniones de accionistas con la suficiente fuerza como para clausurarlas. Han montado piquetes en los exteriores de las escuelas a las que asisten los hijos de directivos bancarios, presionando a los jóvenes con pancartas y canciones para que den cuenta de las acciones de sus padres. Y en una ocasión incluso distribuyeron panfletos por todas las casas del barrio de un ejecutivo, detallando una relación extramarital que supuestamente mantenía con una subordinada. Con el tiempo, este directivo, al igual que la mayor parte de los demás en los que la NACA pone sus miras, se sentó a dialogar con Marks y alcanzó un acuerdo.
Aunque hay quien encuentra sus tácticas como una indignante invasión de las vidas personales de los ejecutivos bancarios, Marks se niega a reconocer cualquier límite entre hogar y trabajo. "Se es lo que se hace", dice, "todo es personal".
Mis detractores izquierdistas me han llamado "acosadora" por dar publicidad a la información pública de contacto de activistas pacifistas que obligaron a abandonar sus campus universitarios a los reclutadores militares y por investigar, documentar y cuestionar los activos de una familia demócrata que fue puesta como ejemplo de la necesidad de expandir la sanidad pública pese a poseer dos casas y tres coches. Mientras tanto, el matón del derecho a la vivienda Bruce Marks recibe alabanzas como ciudadano del año mientras saca tajada del problema de la vivienda.
Y es que todo es cuestión de dinero para el colectivo de Marks, que se dedica a intimidar a bancos y entidades financieras para que lleguen a acuerdos con ellos por valor de miles de millones de dólares y así permitir a sus activistas de izquierdas facilitar hipotecas a sus electorados de riesgo elevado. La NACA –con docenas de oficinas por todo el país– sigue una política de no exigir entrada ni costes de cancelación y mantener unos bajos tipos de interés y se lleva fuertes honorarios por cada transacción.
A quienes solicitan una hipoteca a NACA se les exige asistir a talleres donde se glorifica la forma de extorsión que sigue el colectivo. Aquellos cuyos préstamos serán aprobados tienen a continuación que prometer que ayudarán al colectivo asistiendo a cinco "acciones" al año (como la de la sede de Bear Stearns). Cuando no están reclamando a gritos más fondos para los propietarios de viviendas o dinero federal de la Ley de Reinversión en la Comunidad, se dedican a bombardear a los funcionarios federales con denuncias regulatorias para impedir cualquier fusión o expansión bancaria en proyecto.
Esas acciones radicales han producido un inesperado torrente de beneficios mientras las temerosas corporaciones asignan dinero para evitar las ruidosas quejas extorsionistas de Marks. En el 2003, Citigroup escupió 3.000 millones de dólares en préstamos hipotecarios a la NACA cuyos pagos se extenderán hasta 2013. El Bank of America, que fue el primero en establecer relación con la NACA en 1995, es decir, el primero en sucumbir a las presiones, le paga 6.000 millones de dólares hasta 2015.
Permítame repetir la amenaza lanzada en la protesta de Bear Stearns la semana pasada: " Iremos a su barrio y enseñaremos a sus hijos qué hacen sus padres. Deberían avergonzarse". Si algún progre prominente ha criticado las tácticas de Marks, yo no lo he oído. ¿Y usted?
Lección aprendida: gritar "racista" sale rentable.