Ernest Istook
Es hora que los consumidores contraataquen y vayan a por los verdaderos culpables del aumento del precio de la gasolina y los alimentos. ¿Y quién tiene la culpa? ¿Los sultanes de Oriente Próximo? ¿Los ejecutivos de empresas petroleras? ¿Los especuladores de los mercados de futuros?
¿Y si el incremento fuera responsabilidad del propio Congreso de Estados Unidos? Durante décadas, el Congreso ha llevado a nuestro Gobierno a tomar decisiones desastrosas por ser un pelele de ecologistas radicales y agoreros. Los últimos presidentes de Estados Unidos han hecho poco para resistirse. Ahora los consumidores norteamericanos pagarán el precio mientras los políticos intentan evadirse y echar sus culpas a otros.
No obstante, sí podemos hacer bajar precios de la gasolina invirtiendo ciertas políticas federales equivocadas y también podemos reducir los precios de los alimentos. Todo tiene que ver con lo que aprendimos (o deberíamos haber aprendido) en el curso de introducción a la economía: oferta y demanda.
Al reprimir la producción doméstica de petróleo y gas e impedir la creación de nuevas refinerías y plantas de energía nuclear se han estrangulado las fuentes de energía doméstica, forzándonos confiar en el petróleo del extranjero. En el mercado internacional, tenemos que competir contra el creciente apetito de China e India por la energía y somos rehenes del cártel del petróleo de la OPEP. El mercado mundial es inestable y caro; no deberíamos tener que estar en sus manos.
Los políticos siguen prometiendo abundantes fuentes de energía alternativa, pero eso sigue perteneciendo a un futuro lejano y la mayor parte de estas fuentes será más cara que la gasolina actual de 4 dólares por galón. Piense en ello: ¿cómo podría uno darse el lujo de pagar por cualquier combustible que necesita subsidios del Gobierno para poder competir con un barril de petróleo a 120 dólares? Esos combustibles nunca estarán al alcance de los consumidores.
Estados Unidos no sufre de escasez de reservas de petróleo o de gas; simplemente las ha sacado fuera de circulación. Incluyen tierras en Alaska, otros terrenos del Estado, el golfo de México y en alta mar. El Instituto Americano del Petróleo (API) informa que abrir estas zonas proporcionaría el suficiente petróleo para hacer funcionar 60 millones de coches durante 60 años, así como el suficiente gas natural para dar calefacción a 60 millones de hogares durante 160 años. Pero el 85% de las aguas costeras han sido declaradas zonas protegidas y el 75% de los proyectos costeros sufren restricciones similares.
Por eso hoy en día el 60% de nuestro petróleo se importa. Y estas restricciones han conseguido que Estados Unidos pierda más de un millón de puestos de trabajo en la industria del petróleo y del gas durante los últimos 25 años. ¿Cuántos puestos de trabajos "verdes" hemos ganado para reemplazarlos?
Una política federal similar ha bloqueado la construcción de refinerías de petróleo y de plantas de energía atómica durante más de 30 años, aumentando otra vez nuestra dependencia de fuentes de energía extranjeras.
Sí, nuestra moderna tecnología puede producir la energía que necesitamos sin dañar el medio ambiente. Desafortunadamente, los progres han procurado demonizar a la industria del petróleo y del gas, esperando destruir su credibilidad para que la opinión pública la vea como una avariciosa casta de contaminadores millonarios.
Como la gasolina está tan cara, inmediatamente citaron a los ejecutivos de la industria petrolera ante el Congreso para que explicaran su récord de beneficios. La esperanza detrás de todo ello era poder justificar ponerles otro impuesto de 18.000 millones de dólares encima de los 90.000 millones que ya pagan. Entonces, los políticos usarían esos 18.000 millones de dólares para subvencionar otras clases de energía que son demasiado caras para operar dando beneficios.
Con todo, el margen de beneficios del petróleo y del gas es de alrededor de 7 centavos por cada dólar invertido, según la revista Business Week. Es casi el mismo que generan los cosméticos de Avon, la tienda en internet Amazon.com, las tiendas Bed Bath & Beyond yel fabricante de pasta de dientes Colgate-Palmolive. Apple, con sus gurús de la alta tecnología, tiene el doble de beneficios. Al igual que Coca-Cola y Pepsi. Microsoft y Google cuadruplican la media de beneficios de las compañías petroleras.
¿Pero acaso hay alguien enfadado por el alto coste de la pasta de dientes, de los iPod o de los refrescos? ¿Por qué el Congreso no cita a las compañías más rentables para reprenderlas? Porque el Congreso no los necesita como chivos expiatorios. Los legisladores han fastidiado tan seriamente el suministro de energía de Estados Unidos que necesitan culpar del problema a otros y por otras razones. Están creando una distracción intentando lavarle el cerebro a la opinión pública diciéndole qué ha de pensar y a quién debe acusar.
Otra razón para los altos precios de la gasolina son las regulaciones federales y de los estados que exigen docenas de combustibles de diseño ordenando diversas mezclas de gasolina para diversas regiones. Como consecuencia, ya no tenemos un mercado nacional eficiente que permita mover el excedente de un área a otra del país. Los combustibles de diseño requieren carísimas paralizaciones de las refinerías para cambiar la producción de una fórmula a otra, provocando una disminución de la productividad y el riesgo de producir excesivamente para un área y demasiado poco en otra. Los consumidores pagan el precio.
Una gran parte de los problemas provocados por los combustibles de diseño está provocada por la obligación de incluir etanol en la gasolina, que el Congreso ha fijado en 18.000 millones de dólares anuales, provocando que el maíz pasara de ser producto alimentario a ser fuente de energía. Esta orden ocasionó un efecto dominó, ya que el gobierno paga a los agricultores para que cultiven maíz en lugar de otras cosas y para que lo vendan como combustible en lugar de como alimento. Siendo el maíz la principal fuente de forraje, los precios de la carne, huevos, leche, etc. están subiendo junto a los precios de los cereales, harina, artículos de panadería y repostería, etc.
Nadie quiere que le echen la culpa de disturbios provocados por problemas con los alimentos o de una hambruna mundial, pero la opinión pública ya se está dando cuenta de que ésos son los escandalosos resultados de las subvenciones al etanol. Además, el etanol reduce la eficiencia del importantísimo factor de rendimiento por kilómetro del combustible. Como Ben Lieberman de la Fundación Heritage plantea: "Estados Unidos ha estado metido en una borrachera de etanol y ahora empieza la resaca."
Lamentablemente, hemos perdido el tiempo mientras estábamos borrachos. Si quisiéramos tomarnos en serio la bajada de los precios de la gasolina (y el precio de los alimentos), he aquí una lista simple con 5 puntos a cumplir:
- Entender las causas, especialmente el papel del Estado.
- Abrir las zonas protegidas.
- Construir refinerías y plantas de energía nuclear.
- Acabar con regulaciones caras y que suponen un derroche, especialmente la del etanol.
- Deje que el libre mercado desarrolle las alternativas de futuro.
Finalmente, recuerde tener paciencia: estos problemas no se produjeron de la noche a la mañana y no se pueden solucionar por arte de magia. Los consumidores deben despertar y darse cuenta de que los impuestos no son la única forma en la que nuestros gobernantes hurgan en nuestros bolsillos. Es hora de darles un buen manotazo para que dejen de hurgar.
©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg
Ernest Istook, ex congresista de Estados Unidos que sirvió en el Comité Selecto sobre Seguridad del Territorio Nacional, es un distinguido miembro de la Fundación Heritage.